Españolas en Portugal 

La Excelente Señora

Desde que Portugal se constituyó como Estado en el siglo XII, su integridad ha dependido de finísimas alianzas. No sólo León, Castilla o los reinos de Taifas suponían una amenaza real para el pequeñito y medieval país portugués, como también Inglaterra y la riquísima Flandes ponían en riesgo nuestra continuidad como nación. Portugal, desde su nacimiento, tuvo bien claro que su supervivencia dependía de la expansión marítima, la firma de tratados internacionales y, por qué no, del buen fin de las políticas matrimoniales con casas reales europeas más ricas y poderosas y a las que era preferible tener contentas.

 
(Amor traigo de Castilla)

En este eterno tablero de ajedrez que es la Historia, los peones son siempre las mujeres. Y en nuestra Historia ibérica común dieciséis princesitas españolas fueron mandadas a Portugal para casarse con señores mayores, príncipes indecentes o simplemente idiotas siderales, destinadas a parir y ajustar el siempre frágil equilibro ibérico. Pero algunas de esas bodas provocaron más problemas que soluciones, como el matrimonio entre nuestro Afonso V y la legítima reina de Castilla Juana de Trastámara, injustamente apodada La Beltraneja, a quien Isabel la Católica le robó el trono, mintiendo con todos los dientes de la boca, incluso el Papa. Ay, los Católicos....
 

(Que la detengan, es una mentirosa)

La vida de Juana fue una lucha eterna para recuperar sus derechos dinásticos, con su infatigable marido (y tío) invadiendo tierras castellanas y declarándole la guerra a los sinvergüenzas Católicos. Y aunque perdió todas las batallas, se retiró a Portugal donde fue tratada por la Corte como La Excelente Señora y se negó a aceptar cualquier trato matrimonial que la rebaje a algo que no fuera a ser tratada como “Yo, la Reina”, como firmó hasta el final de sus días. Quizás por esto Juana de Trastámara sea mi reina favorita. 

Tres princesas para el mismo rey 

Manuel I llegó al trono de Portugal en 1495 con la misión vital de convertirse en el Rey del Mundo. La aventura marítima portuguesa y española no había hecho más que empezar y para ser el dueño de todas las tierras que cada día se iban descubriendo en ese admirable nuevo mundo debería convertirse en el único monarca de toda la Península Ibérica. La ambición de Manuel encontró el espejo perfecto en vuestros Reyes Católicos, que no dudaron en casarlo sucesivamente con dos de hijas, Isabel y María, a cambio de expulsar a los judíos de Portugal.


(Con esta mirada penetrante no se me resiste ni una)

Así acabaron estas princesas castellanas viviendo en la corte más millonaria de Europa. Isabel, pobrecita, duró un suspiro y un hijo que no sobrevivió a los sueños megalómanos de Manuel. Y María, tan beata y decente, también acabó por morir de tanto parir buscando al príncipe hispánico perfecto. Pero Manuel era insaciable y se obsesionó por la prometida de su hijo João, la hermosa Leonor de Austria, que además de ser hermana de vuestro Carlos V era sobrina de sus mujeres muertas. Lo sé, un lío. Manuel, el Venturoso, aunque ya no estaba para muchos trotes, se pasó el pacto matrimonial de su hijo por el Pórtico de los Jerónimos y la pobre Leonor, dos años después de su boda ya era una veinteañera viuda y con un bebé debajo del brazo. 

 
(Sólo le gusto a los viejos)

Se consolidaba así definitivamente la influencia de los Habsburgo en la dinastía portuguesa y una de las relaciones materno-filiales más tristes de nuestra Historia común. Cumpliendo las órdenes de su infalible e imperial hermano, la joven Leonor dejó Portugal y a su pequeña hija para casarse (mal) con un rey que, además de francés, era un idiota.


(Mi madre no me quiere)

Esta niña sería la estupendísima María de Portugal, Duquesa de Viseu, una de las solteras más guapas, cultas y cotizadas del Renacimiento europeo, que jamás perdonó a su madre el abandono y la sensación de desarraigo que le acompañó toda su vida. Leonor, treinta años después, consiguió reunirse con su hija en Badajoz y pedirle perdón y suplicarle que vivieran juntas, pero María prefirió volver a Lisboa, con el corazón igualmente roto y huérfano. Dicen que Leonor murió de pena dos semanas después. María, tan guapa, tan lista y tan triste, renunció a casarse y superó su trauma maternal rodeándose de belleza e invirtiendo su brutal herencia en palacios, obras de arte, iglesias y escritores. Ya he visto terapias mucho peores. 

La española más portuguesa

Luisa María Francisca de Guzmán y Sandoval nació aristócrata, pija y barroca y con la certeza que su vida pasaría sin pena y con mogollón de gloria en las tierras andaluzas de su padre, el duque de Medina Sidonia. Que la casaran con João, jefe de la casa de Bragança, cuando Portugal estaba bajo el dominio de la casa de Austria, le habrá parecido un engorro tremendo, por mucho que su marido fuera un forradísimo duque alentejano y su nueva morada uno de los palacios renacentistas más bonitos del mundo. Pero la Historia se llevó la plácida vida de Luisa por delante cuando los nobles portugueses se hartaron de ser súbditos de Felipe IV y eligieron al Duque de Bragança como nuevo rey de Portugal.


(¿Qué me tengo que ir a vivir al Alentejo?) 

No todos los días le proponen a uno que cambie el sosiego de la vida en el Alentejo por los avatares de la Corte en la cosmopolita Lisboa del siglo XVII. Imagino la pereza del culto y millonario Duque de Bragança ante la idea de renunciar a sus tardes de música clásica y cacerías en la dehesa para hacerse rey de un país endeudado y, encima, declararle la guerra a España. Ante el titubeo lógico de João, Luisa María Francisca, nacida en Sanlúcar de Barrameda y más española que las gambas con gabardina, vivió la definitiva epifanía lusitana y declaró, altiva como una cantante de fado que “más vale ser reina por un día que duquesa toda la vida“, convirtiéndose así en la más inesperada heroína del relato nacionalista portugués.

 
(¿Dónde está mi corona?)

El Duque de Bragança pasó a la Historia como João IV, el Restaurador, a quien celebramos todos los días 1 de diciembre. Pero la influencia de la reina Luisa de Guzmán en la recuperación de nuestra independencia es mucho más vasta, importante y tenaz. Fue ella quien, muerto el rey, se aseguró que la guerra contra España acabara en triunfo, fue ella quien casó a su hija Catarina con un rey tontolaba inglés para garantizar el reconocimiento internacional y fue ella la que apartó al inútil de su hijo Afonso VI del trono para evitar que Portugal volviera a caer en manos de una potencia extranjera. “Antes morir reinando, que acabar sirviendo” dicen que era su frase favorita. Me lo voy a tatuar, oye.  

El hombre más guapo de despedida
 
Lo sé, llevo tres meses desaparecida. El invierno se me ha hecho demasiado largo este año.Pero como cantaba Jorge Palma "mientras haya carretera para andar, nosotros segumos adelante".. Toda portuguesa tiene derecho a ser la protagonista de un buen fado, incluso yo.

 Y porque no todo es Atlántico y madrugada, este año ARCO contará con 17 galerías portuguesas, del 6 al 10 de Marzo. Nuestro genial Pedro Pedro Cabrita Reis expone, mientras tanto, en la Albarrán Boudais, en la Calle Barquillo en Madrid. Todo bien.


Y me despido hoy con el hombre más guapo del mundo, Chico Buarque, cantante, escritor, dios brasileiro y Premio Camões, cantando una de las canciones más bonitas jamás escritas , "Pequeña serenata diurna" de Silvio Rodríguez. Sí, hoy soy feliz.
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Obrigada por leres esta carta.
Bom Natal.
Rita Barata Silvério
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