El mundo despertó el 25 de Abril de 1974 con una sorprendente noticia: la dictadura portuguesa de Salazar, la más longeva y coñacito de Europa, había sido derrocada por una revolución silenciosa y pacífica protagonizada por militares anónimos y sin más rango que el hartazgo y la indignación por una guerra injusta que condenaba, todos los años, a miles de chavales a una muerte segura en África. Las imágenes de aquellos jóvenes capitanes de Abril, subidos a tanques de guerra en medio de las calles de Lisboa, se convirtieron en el símbolo de una poética revolución a la que nadie se opuso y por la que todo Portugal estaba esperando.
(Viva o 25 de Abril!)
Y es que después de 48 años de censura, tiranía, guerra colonial y la insistente anulación de los derechos fundamentales, pocos quedaban en Portugal que defendieran un Estado tan represivo como inútil y que había llevado a Portugal al aislamiento internacional y a la ruina económica.
A pesar de la represión, desde el mismo comienzo del Estado Novo en 1926, la oposición a la dictadura fue incansable. Sindicalistas, políticos y militares como Humberto Delgado se jugaron la vida por la defensa de un concepto tan seguro hoy como la Libertad, pero que a miles de portugueses les supuso la cárcel, el destierro o la pena de muerte.
(Jorge Sampaio)
Fue, no obstante, a partir de los años 60 que los movimientos estudiantiles amplificaron en las calles del país la urgencia de la Democracia. Junto a estos universitarios, miles fueron los campesinos, intelectuales y católicos progresistas que unieron sus voces a favor del fin de un régimen injusto y obsoleto. Uno de estos jóvenes opositores se llamaba Jorge Sampaio, un abogado humanista que en 1996 fue elegido Presidente de la República portuguesa, un hombre bueno, gentil y justo que falleció el año pasado sin que le agradeciéramos lo suficiente. Bem haja.
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Una de las primeras medidas del Estado Novo, como buena dictadura conservadora y meapilas, fue legislar la vida privada de las mujeres, que pasaron a ser consideradas legalmente como ciudadanas de segunda. Sus derechos reproductivos, laborales, intelectuales y sociales se restringieron al máximo, gracias al cansino e hipócrita lema “Dios, Patria, Familia”. Muy guay todo.
(Todo mal)
Las asociaciones feministas nacidas a principios del siglo XX fueron prohibidas y muchas de sus líderes perseguidas por la temible policía política y condenadas al exilio, como la valiente Maria Lamas, activista, periodista, traductora y mujer libre como ninguna. Durante las cuatro décadas que duró la dictadura, se encarcelaron y torturaron a miles de maestras, escritoras, obreras, ingenieras, amas de casa y campesinas, defensoras de la Libertad, la Democracia y la igualdad de derechos.
(Todo bien)
Sin la lucha de las mujeres jamás hubiera existido la Revolución de los Claveles. El asesinato de la campesina alentejana Catarina Eufemia, la publicación de las Nuevas Cartas Portuguesas en 1972, los fados de protesta de la gran Amalia Rodrigues, la inabarcable obra de Natalia Correia o el legado pedagógico de Maria Barroso allanaron el camino a los Capitanes de Abril.
Por eso no se me ocurre mejor manera que honrar la memoria de estas mujeres ejemplares que leyendo el que creo es el poema más bonito escrito sobre el 25 de Abril: “Esta es la madrugada que yo esperaba. El día inicial entero y limpio. Donde emergemos de la noche y del silencio. Y libres habitamos la substancia de tiempo”. Su autora no podría ser otra que Sophia de Mello Bryner Andresen.
El 25 de Abril ha sido, posiblemente, la revolución más instagrameable del siglo XX y es que no todos los días un ejército de chicos sonrientes derroca una dictadura mientras es jaleado por una multitud en el centro de Lisboa. Claveles rojos en las ametralladoras, niños correteando entre los tanques y capitanes tan estupendos como el héroe inesperado Salgueiro Maia crearon una simbología revolucionaria imposible de superar.
(Salgueiro Maia)
Una iconografía que ocupó todo el país, con las plazas y calles pintadas con inmensos murales llenos de proclamadas revolucionarias a favor de la reforma agraria, la lucha obrera o la libertad de prensa. Y aunque muchas de aquellas obras de arte ya han desaparecido debido a la desidia y la estupidez institucional, su influencia ha sido fundamental en las nuevas generaciones de artistas y pintores portugueses, como el genial y súper cotizado Vhils, cuya obra se expone en las paredes de medio mundo.
Y hablando de símbolos, hoy mi casa ya huele a Abril. El salón está decorado por decenas de claveles rojos y en los altavoces se escucha a todo volumen el Grândola Vila Morena cantado por Zeca Afonso. Y mañana, 25 de Abril, les volveré a contar a mis hijos que su abuelo Manuel Barata Silvério, capitán de Abril y héroe eterno, fue un faro de dignidad y un ejemplo de honestidad en la más oscura de las noches. Al fin y al cabo, cada uno elige los festivos y las liturgias que más les representen. Viva o 25 de Abril!
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