Saudades de Lisboa

En 2020 los portugueses eligieron Saudade como la palabra del año, superando a Covid, pandemia o confinamiento. Dicen los diccionarios que saudade es la nostalgia que nos inunda cuando recordamos lo que nos ha hecho felices. Pero saudade es mucho más que un concepto abstracto, es echar de menos con todo el cuerpo, es conseguir oler en Madrid las sardinas que se asan en las fiestas de los Santos Populares de Lisboa, es tener que escuchar Amalia a todo trapo en el metro a las 8 de mañana. Saudade no es tristeza, es el sentimiento urgente de volver a lo que amamos. 

Saudade es la palabra más poderosa del portugués, el idioma más hablado del Hemisferio Sur según la UNESCO, y la protagonista de fados memorables, poemas desgarrados y grandes clásicos de la música brasileira. 260 millones de personas en todo el mundo comparten la misma angustia por el reencuentro, y no hay hablante lusófono que no se identifique con la sôdade que cantaba la gran Cesária Évora, aunque no haya pisado Cabo Verde en su vida.

Esta mañana, con la primavera prometiendo atardeceres lentos y generosos, me he despertado con unas saudades locas Lisboa y de su luz insultante. Hoy quiero volver a sentarme en el Miradouro de Santa Catarina, beber una imperial helada y llenarme los ojos de río y el corazón de amigos. Hoy necesito estar en mi Lisboa, la que conforma mis recuerdos y en la que fui la mujer más feliz del mundo. Que saudades, porra.
 
A canção de Lisboa

Hay pocas ciudades a las que hayan dedicado canciones más hermosas como a Lisboa. Con el azul y ancho Tajo que la abraza y sus colinas voluptuosas sobre los tejados adormecidos, hay que tener el corazón de piedra para no perderse de amores por esta ciudad que es tan hermosa como caótica. Vivir en Lisboa es un ejercicio de paciencia y asombro. La burocracia es aterradora, el tráfico, un castigo divino y su vida intelectual una de las más vibrantes de Europa.

Porque lejos de ser esa ciudad decadente de la que hablan los panfletos turísticos, Lisboa es una capital en eterna renovación, capaz de renacer una y mil veces de sus nada metafóricas cenizas. Ha sido saqueada por vikingos, godos, cruzados y tropas napoleónicas, la han derribado algunos de los más devastadores terremotos de la Historia y la Peste Negra y los incendios a punto estuvieron de condenarla al olvido eterno. Pero Lisboa es la protagonista de su propia historia y no se deja vencer tan fácilmente. 


(El MAAT sobre el río)

En vez de dejar que el turismo de masas la transformara en una postal sin alma, Lisboa decidió demostrar al mundo su músculo creativo. En ella conviven fundaciones dedicadas a la investigación biomédica más puntera con los eléctricos que cabalgan sus cuestas imposibles. Tiene discotecas que ya eran modernas mucho antes que las nombraran las revistas extranjeras, museos tan futuristas que parecen naves espaciales y algunas de las mejores universidades del mundo. Es de esta Lisboa innovadora que no renuncia a su calçada ni a sus tascas con manteles de papel, tan alejada del imaginario romántico que la encasilla, de la que me enamoré y a la que sigo considerando mi casa. 

Lisboa, rainha do mar

Desde que la fundara ese ligón antológico llamado Ulises, Lisboa lleva tres mil años siendo uno de los puertos comerciales más importantes del Atlántico. Y es que los fenicios ya negociaban con caballos, sal y estaño en el Delta del Tajo mientras Roma no era más que una aldea insignificante. Gracias a los Descubrimientos, Lisboa se convirtió en el siglo XV en el centro económico de un imperio inabarcable y en el gran mercado donde se vendían sedas, especias, perlas y esclavos de todos los rincones del mundo. 

De esa Lisboa que fue el centro del mundo civilizado han sobrevivido nombre de calles, palabras que suenan a África y una gastronomía que ha integrado sabores lejanos en las costumbres de sus barrios más tradicionales. Las churrasqueiras que los domingos se llenan de familias de clase media no serían lo mismo sin el piri-piri, el picante de los retornados africanos, ni los juerguistas hubiéramos sobrevivido a la noche lisboeta sin un buen plato de cachupa caboverdiano a las tantas de la madrugada.


(Gracias, cachupa)

Pero no hay plato que demuestre mejor esa herencia de la Lisboa internacional y abierta que la crujiente y picante chamuça que las comunidades índicas de Goa o de Mozambique llevaron a Portugal hace siglos y que se comen en cualquier pastelaria como los portuguesísimos pastéis de bacalhau. El cosmopolitismo se inventó en Lisboa, pero no hizo falta ponerle siquiera un nombre. Lisboa es así de generosa y despistada.
Un golazo de despedida

Kika Nazareth es la primera jugadora de futbol fichada por Jorge Mendes (sí, el super agente de Cristiano Ronaldo, Ansu Fati o João Félix) y autora de goles tan elegantes y chulos como este. Bien por ella!

Esta semana te he preparado una playlist muy bailable, con funk y soul cantado en portugués y que me lleva de vuelta a esa Lisboa tan divertida de finales de los 90.

Y hoy te dejo con esta Nova Lisboa de Dino D'Santiago con la que tanto me reconozco y a la que quiero regresar en cuanto nos desconfinen.

*|END:WEB_VIDEO|*
Si te gustan las Cartas Portuguesas, suscríbete y recomiéndala.