Portugueses por el Mundo

La historia de los aventureros perdidos


En la Europa del siglo XV los genoveses reinaban en el Mediterráneo, los ingleses se daban de tortas con los flamencos en el Canal de la Mancha y los otomanos controlaban todo el comercio que llegaba de Asia. Mientras, en un país periférico y sin aparente importancia, unos príncipes (y princesas) decidieron gastarse toda la fortuna del Reino en tecnología e investigación para descubrir nuevas rutas comerciales a través del Atlántico, conquistar “mares nunca antes navegados” y convertir Portugal en la potencia marítima más importante del mundo. Y vaya si lo consiguieron.  
 
Durante los siglos que duraron los llamados Descubrimientos Portugueses, miles fueron los hombres que se embarcaron en las expediciones oceánicas de las popstars Bartolomeu Dias, Vasco da Gama o Pedro Álvares Cabral. La mayoría de ellos murieron ahogados, algunos volvieron a casa con pocas riquezas y grandes historias y muchos prefirieron acabar sus días en tierras exóticas de idiomas indescifrables, ayudando a crear el relato epopéyico de la Historia de Portugal.
 

(Felipe Brito de Nicote)

En los confines del mundo, los misioneros jesuitas revolucionarían las ciencias cartográficas y ayudarían a redefinir el concepto de diplomacia. No solo fueron los primeros europeos en llegar a Japón y establecer relaciones comerciales con el pueblo más hermético del mundo, como tradujeron las obras de Galileo al chino y cruzaron andando toda Asia Central solo para saber qué había del otro lado del desierto del Gobi.
Pero no todas las peripecias de los portugueses fueron heroicas o elevadas. Muchos de los marineros y militares desertaban y cambiaban la dura vida en alta mar por los placeres de las cálidas islas del Pacífico. Otros, como Felipe Brito de Nicote se dedicaron a liarla parda en sitios tan remotos como Birmania. Se proclamó rey, cabreó a todos sus vecinos y consiguió que lo mataran de un modo tan cruel que aún hoy su nombre está prohibido en aquellas tierras del sudeste asiático. Total, nada.
 
Haciendo las Américas

Los portugueses llevamos cinco siglos emigrando, en busca de fortuna, amores o huyendo de la intolerancia religiosa. Brasil ha sido el puerto generoso que desde el siglo XVI ha recibido a judíos sefarditas, aventureros, intelectuales y gentes que creyeron en un futuro mejor en el Nuevo Mundo. Lo que queda de la familia de mi querido y guapísimo abuelo Manuel Silvério está allí, pero esa es una historia para otra Carta.
 
Comunidades formadas por Silvas, Sousa o Pereiras fueron emergiendo por todo el planeta, desde Sudáfrica a Canadá, pasando por lugares tan improbables como Trinidad, Tobago o Hawai. Por cierto, el ukelele, esa guitarrita irritante que tanto gusta a los hipsters, lo inventaron los emigrantes madeirenses.

Desde las islas Azores miles de familias partieron en el siglo XIX hacia los Estados Unidos. Pero no fue hasta 1958, tras la violenta erupción del volcán que arrasó la isla de Faial, que California, Massachusetts y Rhode Island se llenaron de 175.000 refugiados açorianos que no hablaban una única palabra de inglés y cuya integración no siempre fue fácil.


(La apacible New Bedford)

En los años 80 la brutal violación grupal a una chica de 21 años en un pueblo pesquero de la Costa Este conmocionó a la sociedad americana. Víctima y acusados eran lusodescendientes y los medios de comunicación se cebaron con el origen emigrante, pobre y analfabeto de los violadores, que fueron tratados como salvajes por las televisiones y defendidos por la comunidad portuguesa de New Bedford con esperpénticas procesiones de la Virgen de Fátima y viles acusaciones a la pobre víctima. Si te suena la historia es porque la has visto en la película Acusados, con la que Jodie Foster ganó el Oscar en 1989.

Madrid, capital portuguesa

Desde que Portugal se constituyó como nación en 1143, las relaciones entre los dos reinos ibéricos han sido, como mínimo, conflictivas. Las luchas por los límites de las fronteras, las guerras por las rutas comerciales y los 60 años que duró la anexión de Portugal a la Corona española no hicieron más que empeorar la vida de dos países que pudieron dominar el mundo si se hubieran comportado como aliados y no como vecinos desconfiados. 
 
Para complicarlo aún más, en plena Guerra de Secesión española un ejército de 14.000 portugueses ocuparon Madrid durante 40 días. Dicen las crónicas madrileñas de la época que mientras los nobles se quedaron en la Corte tomando vinos, solo las prostitutas lucharon contra el invasor lusitano en la conocida como “batalla de los cuchillos”. 

Instalados los Borbones en Madrid y para devolver un poquito de buen rollo a nuestra Península, se acordó que los príncipes herederos de cada país se casaran con dos infantitas del otro lado de la frontera. Fue así como Mariana Victoria de Borbón acabó siendo reina de Portugal durante el Terremoto de Lisboa. A España llegó, para ser casada con el futuro Fernando VI, Bárbara de Bragança, una princesa políglota, culta, alumna del maravilloso Domenico Scarlatti y a quien debemos en Madrid la construcción del imponente convento de las Salesas Reales, hoy sede del Tribunal Supremo. A pesar de llevarse fatal con la bruja de su suegra, Isabel de Farnesio, Barbara y su marido fueron muy felices y comieron mucho más que perdices, ya que la reina murió obesa y multimillonaria.


(Gracias, Isabel)

Menos suerte corrió Isabel de Bragança, una infanta pobre, feota y gorda a quien mandaron casar con el peor rey que ha tenido España, Fernando VII. Tímida y amante del arte, quedó horrorizada cuando descubrió centenas de Tizianos, Velázquez y Riberas abandonados en el Monasterio de Escorial. Gracias a Goya ideó la creación de un espacio donde las obras pudieran estar expuestas y seguras. Fue despreciada por su marido, ninguneada por la corte y murió desangrada en el parto de una manera absolutamente atroz, pero gracias a su sensibilidad hoy podemos disfrutar de uno de los museos más impresionantes del mundo, el Prado.
Unos restaurantes de dependida

En Madrid podemos matar saudades de los sabores de Portugal en varios restaurantes, desde el más sofisticado Atlantik Corner, a churraqueiras donde comer el "frango assado con piri-piri" o el super clásico Trás-os-Montes, especializado, como no, en bacalhau.

Y porque ya apetece playa, calor y alegría me despedido de ti con el divino Dino D'Santiago para que lo pases pipa bailando.

*|END:WEB_VIDEO|*
Te escribo dentro de quince días.
Obrigada por leres esta carta.

Rita Barata Silvério
Y ya sabes, si te ha gustado, recomiéndanos.
Si te gustan las Cartas Portuguesas, suscríbete y recomiéndala.