Carta de Natal

Niños corriendo por el salón, un señor barbudo cargando un saco lleno de juguetes y un árbol del que cuelgan velas, esta imagen idílica no pertenece a un anuncio lacrimógeno de alguna cadena de supermercados, sino a las navidades de la Familia Real portuguesa a mediados del siglo XIX. En 1836 la joven reina Maria II se casó con el estupendo príncipe austríaco Fernando de Sajonia-Coburgo-Gotha, quien trajo consigo su amor por las artes y las tradiciones navideñas del centro de Europa. Así, el conocido como el “Rey Artista”, fue la primera persona en Portugal que decoró su casa con un abeto bajo el cual dispuso regalos para sus queridos hijos, para quienes se disfrazaba todas las nochebuenas de San Nicolás.


(La deliciosas ilustraciones del Rey Fernando II) 

Mientras, en la indómita región de Trás-os-Montes los adolescentes llevan siglos disfrazándose de caretos chocalheiros, preservando una costumbre centenaria que celebra el Solsticio y el paso de los chicos a la edad adulta. Las familias cantan las janeiras por las casas, donde los abuelos les esperan con dulces y castañas. Es en este Portugal rural que resisten las tradiciones más genuinas y antiguas, en las que se comparte queso, vino y esperanza alrededor de enormes hogueras en las plazas de los pueblos tras la misa del Gallo.
 
La Navidad está hecha de recuerdos, tradiciones importadas y la necesidad de celebrar la inmensa suerte de estar vivos. En la tele nunca nos faltará el “Natal dos Hospitais” y el coro de Santo Amaro de Oeiras seguirá deseando a todos um bom Natal. Y el Niño Jesús seguirá dormidito, em palhas deitado, recordándonos que incluso en las noches más oscuras siempre habrá una estrella que nunca dejará de iluminarnos.
 
Bacalhau com todos
 
La Consoada es la gran fiesta navideña portuguesa, la noche en que las madres rescatan el mantel de lino bordado a mano y la vajilla de porcelana heredada de la abuela, mientras en la cocina las ollas trabajan al máximo rendimiento y sobre la mesa aguarda un festival de dulces típicos que sobrará hasta la Semana Santa. 
 
Pero el Rey de la Navidad portuguesa es el bacalhau, del que se consumen entre cuatro y cinco mil toneladas en estas fechas. Millones de portugueses cenan en Nochebuena bacalhau cocido con patatas, pencas y huevos, una tradición del Minho que fue extendida a todo el país durante los años de la dictadura y que se ha transformado en un símbolo nacional. Pero la historia gastronómica tiene sus propios relatos.


 
Para mi abuelo Manuel, un rayano transmontano de ojos color violeta, el pulpo que cenaba en Navidad era la única manera de estar cerca de su madre y hermanos, que emigraron a Brasil en los años 20 dejándolo solo en Portugal. Y en mi  familia alentejana no hay Navidad sin las sopas de cazón, un plato de origen sefardí y que fue un lujo en los años de mayor pobreza. 
 
De eso quizás se trate la tradición, de conservar el mejor sabor de nuestra infancia. Y este año la Navidad será excepcional y, para muchos de nosotros, lejana. Cocinemos las recetas que nos unen a las memorias de nuestras familias, brindemos por facetime y cuidémonos. Al fin y al cabo, como escribió el gran poeta Ary dos Santos, la Navidad es cuando el hombre (y la mujer) quieren.
Com um brilhozinho nos olhos
 
Faltan dos semanas para que acabe el año más extraño de nuestras vidas. Un año injusto, doloroso y absurdo, pero también el año en que hemos perdido la vergüenza a decir que nos queremos. Los anuncios de Navidad de la televisión portuguesa son un homenaje a esas meriendas y cenas digitales que nos acercaron a los nuestros y nos ayudaron a no volvernos locos durante la pandemia .
 
2020 es también el año en que dejamos de coger aviones y nos quedamos en casa durante las vacaciones. Hemos regresado a los ríos de las aldeas remotas de las Beiras y la Costa Vicentina, con sus playas infinitas recortadas por acantilados donde duermen las cigüeñas, se llenó de familias a las que no les importó bañarse en el agua helada del Atlántico. Portugal ha sido nuestro destino seguro, nuestro puerto de esperanza.
 

(Mi Atlántico, mi refugio)

Aún en este año terrible nuestro pequeño país ha seguido dándonos alegrías. La brillante carrera de Álvaro Siza Vieira fue reconocida en España con el Premio Nacional de Arquitectura, la escritora Lidia Jorge se llevó el más prestigioso galardón de la FIL de Guadalajara y la talentosa directora Ana Rocha de Sousa regresó del Festival de Venecia con la maleta cargada de premios. Las científicas portuguesas han ganado premios en Europa y fuimos, una vez más, considerado el mejor destino turístico del año. 
 
Pero este ha sido para mi el año de las Cartas Portuguesas, un proyecto personal e íntimo, y que ha sido mi faro durante el 2020. Gracias, obrigada, por leerme y dejarme compartir contigo las historias de mi familia, mis fados favoritos y mis rincones secretos de este jardín sobre el mar plantado, mi Portugal.
Un villancico de despedida
 

El divino y guapísimo David Fonseca lleva años dedicándonos sus particulares versiones de los villancicos más populares. Esta del "Last Christmas" es sencillamente preciosa, ñoña y perfecta para ponerse tontorrón con ese someone special.

Te deseo de corazón um Bom Natal e um Próspero Ano Novo. Nos vemos en 2021.

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