El día del Fin del Mundo

El día 1 de Noviembre de 1755 el Mundo acabó para la ciudad de Lisboa y sus habitantes. Todas los elementos, organismos y células terrestres demostraron su violencia aquella mañana, cuando dos placas tectónicas chocaron en medio del océano Atlántico. Dicen las crónicas que la tierra rugió durante 6 interminables minutos provocando un terremoto de 9 grados en la escala de Richter y que causó la muerte a más de 30.000 almas. El terror nunca antes se había cuantificado de esta manera.
 
Los techos de oro de las iglesias aplastaron a los miles de devotos que se habían congregado para celebrar la misa de Todos los Santos, los palacios y edificios oficiales se convirtieron en escombros inútiles y en las calles estrechas y malolientes se abrieron grietas que tragaron carruajes extravagantes, esclavos y toda clase de pendencieros.

 
(El Infierno era esto)

Los infelices que creyeron estar a salvo en la ribera del río Tajo murieron ahogados por un tsunami con olas de 20 metros que arrastró toneladas de piedras, vigas y barro por el centro de la ciudad. Y las velas que se habían encendido en las iglesias provocaron el brutal incendio que duró una semana y arrasó dos tercios de la que fue la capital más luminosa de Europa.
 
El 1 de Noviembre de 1755 se destruyó el 75% del PIB nacional y 17.000 edificios sucumbieron, entre ellos 53 palacios, 32 iglesias, 60 capillas y 46 conventos y monasterios. La mayoría de las partituras de la música barroca portuguesa se transformaron en polvo y se quemaron los cuadros de Tiziano, las tapicerías del Palacio Real y los mapas de los viajes de Vasco da Gama. Ese día las puertas del Infierno se abrieron; se ve que Dios no estaba para celebraciones.
 
Misión: enterrar a los vivos y cuidar a los vivos

El Terremoto de Lisboa fue el gran desastre natural de la Edad Moderna. Sus efectos revolucionaron los fundamentos de la ciencia, consternó profundamente a Voltaire y Kant e incluso Telemann se inspiró en su brutalidad para crear la potentísima “Oda al Trueno”, que es rock and roll puro y que recomiendo que escuches con el volumen a tope.
 
Mientras el rey José I se escondía en un palacio de madera y la Iglesia atemorizaba a las masas con sermones sobre la ira divina, la labor de rehacer la ciudad recayó sobre el Marqués de Pombal. Un señor cuyas ideas ilustradas cabrearon enormemente a la vieja aristocracia y que fue el responsable de una de las más eficaces y revolucionarias intervenciones urbanísticas de la Historia. Cuando estés esperando el eléctrico 28 en la Baixa recuerda que estás pisando uno de los mayores avances de la ingeniería de la Humanidad, en el que se emplearon por primera vez métodos antisísmicos que aún hoy siguen vigentes.
 

(La Lisboa futurista del siglo XVIII)

Estas innovaciones arquitectónicas sirvieron también para inspirar la creación de nuevas ciudades, como la preciosa Vila Real de Santo Antonio que, con sus sus calles geométricas y edificios neoclásicos, es una deliciosa joya del Algarve. Una villa adormecida que desde las orillas del Guadiana mira a las tierras de Huelva, también ellas arrasadas hace 265 años por ese terremoto que conmovió al mundo.
El Barrio donde todo pasa
 
Aunque la devastación de Lisboa fue apocalíptica, los entonces barrios periféricos de Ajuda, Belém o Beato consiguieron resistir a la furia de los intestinos de la Tierra. Y también el Bairro Alto, donde se concentraban palacios, templos jesuitas y algunos burdeles, cuya salvación confundió aún más a los atónitos creyentes.
 
Este es el espíritu ecléctico del Barrio Alto que en el siglo XIX vio nacer las mejores casas de fados y la mayoría de los periódicos de Lisboa, dando a sus calles esa mezcla tan única de intelectualidad y gamberrismo que dura hasta nuestros días. Su tabernas, teatros y academias han sido el escenario de las convulsiones políticas de la capital, debates intelectuales y fiestas indecorosas protagonizadas por decenas de personajes extravagantes que aún hoy son parte de la leyenda de Lisboa. Todo lo divertido, vibrante e importante ha pasado por las calles del Barrio Alto. 

 
(Antonio Variações, el más moderno de los modernos)

No es por eso extraño que el Bairro se convirtiera en el hogar de estudiantes, rockeros, modernos y toda clase de artistas con la llegada de Democracia en Abril de 1974. Aquí se inauguraron las primeras galerías de arte vanguardistas, se organizaron desfiles de moda en las calles y se abrieron los bares más míticos de Lisboa. Desde el ya desaparecido Frágil a los indispensables Mahjong o Três Pastorinhos, miles de jóvenes (y no tanto) hemos ligado, reído y bailado hasta la madrugada en la que ha sido una de las noches más divertidas de Europa, cuando el mundo no era un lugar extraño. Pero si el Gran Terremoto no derribó el Bairro Alto, tampoco lo hará un virus. ¡Espéranos Lisboa, que volveremos a bailar!
Un viaje (en el tiempo) de despedida
 

"El Pequeño Libro del Gran Terremoto", del político e historiador Rui Tavares, es un fascinante viaje a la Lisboa del desastre, contando desde el punto de vista de sus protagonistas. Una maravilla.

En el Mercado de la Paz, en Madrid, ha abierto una tienda portuguesa que, además de traernos embutidos, quesos y dulces de nuestra tierra, tiene un nombre de lo más divertido: Maninha Sardinha,

Y como sé que nada te mola más que una playlist, para hoy te he preparado Bairro Alto, una selección de la mejor música de los años 80 portugueses.

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