Portugal Olímpico

Los primeros olímpicos 

El 1 de junio de 1912 la primera comitiva olímpica de la historia de Portugal llegó eufórica a Estocolmo, donde se celebraría la V edición de los Juegos Olímpicos de la Era Moderna. Sin ningún tipo de subvención, seis jóvenes atletas lusitanos atravesaron media Europa en barco, tren y carricoche para representar a la recién estrenada Primera República portuguesa en aquellos juegos donde por primera vez participaban deportistas de los cinco continentes.

Pero poco les duró la alegría olímpica a nuestros valientes deportistas. El calor en la capital sueca era sofocante y el equipo olímpico portugués resultó ser tan voluntarioso como poco preparado físicamente, lo que resultó en uno de los más dramáticos episodios de la historia del Olimpismo. Francisco Lázaro, un carpintero lisboeta elegido para representar a Portugal en la Maratón, cayó fulminado a 10 km de la meta, para espanto de sus compañeros y rivales, que descubrieron que se había embadurnado de cabeza a pies con grasa animal.

(Francisco Lázaro, pobre)

Su cuerpo colapsó a causa de la deshidratación extrema y Francisco, la primera víctima mortal en los Juegos Olímpicos modernos, fue homenajeado por el Barón de Coubertin en la ceremonia de clausura, repatriado gracias a la generosidad del rey sueco Gustavo V y convertido en mito del atletismo portugués.

Afortunadamente para la cultura de Portugal, no hubo  más bajas en aquellos juegos de 1912. Después de ser eliminado en las semifinales de los 400 metros lisos, Armando Cortesão regresó sano y salvo a Lisboa, donde acabó sus estudios de Ingeniería Agrónoma, se doctoró en Estados Unidos, fue nombrado Director General de las Colonias, luchó en Inglaterra contra los nazis, fue representante de Portugal en la Unesco y nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad de Coimbra. Pero sobre todo, fue el gran responsable por la recuperación, estudio y clasificación de los valiosos mapas portugueses del siglo XV y XVI, desperdigados por las bibliotecas de medio mundo, y sin los cuales sería imposible entender la verdadera dimensión de los Descubrimientos portugueses. Francisco Lázaro será una leyenda, pero Armando Cortesão es el verdadero héroe.

 
Medallas para todos

Fue solo en los Juegos de París en 1924 que Portugal ganó su primera medalla olímpica, gracias al equipo de equitación compuesto por militares dignísimos que casi no celebran su merecido tercer puesto porque la organización no tenía una bandera portuguesa en condiciones. Eran tiempos en que ni los civiles, ni mucho menos las mujeres, podían participar en las competiciones hípicas, una de las modalidades más antiguas y elegantes del Olimpismo. Un siglo después, la Doma clásica portuguesa acaba de alcanzar en estos Juegos de Tokio un octavo puesto que ha sabido a medalla de Oro, con un equipo compuesto por dos hombres, una mujer y tres ejemplares soberbios de una raza única en el mundo, el hermosísimo Pura Sangre Lusitano. Parabéns!

(Los primeros y estupendos medallistas olímpicos portugueses)

Hasta 1976, el deporte portugués parecía condenado a destacar únicamente en modalidades tan periféricas como la hípica, la vela y la esgrima. Pero en Montreal un señor de Viseu sorprendió en la final de 10.000 metros corriendo con una seguridad y velocidad nunca vistas en pruebas de medio fondo. Su nombre era Carlos Lopes y aunque en aquella edición quedó en segundo lugar, inició una larga tradición de victorias en la historia del atletismo portugués. Su medalla de oro en la maratón en los Juegos de 1984 en Los Ángeles, la primera de nuestro país, le convirtió en una leyenda viva en Portugal que sigue inspirando a varias generaciones de atletas que sueñan con cantar nuestro himno en la parte más más alta del podio.



Desde entonces, el atletismo portugués ha conquistado 10 medallas olímpicas. Y aunque los plusmarquistas Fernando Mamede o los hermanos Castro no hayan logrado ninguna, no hay portugués de mi generación que no se enorgullezca de ellos tanto como de los medallistas Antonio Leitão, Rui Silva o Francis Obikwelu y, como no, del portentoso Nelson Évora, el campeón olímpico de triple salto en Pekín 2004. Con 37 años, esta semana dirá adiós a su carrera olímpica en los Juegos de Tokio. Por última vez, Portugal dirá delante de la televisión, “voa, Nelson, voa”.

El sitio de las mujeres
 

En 1988 Rosa Mota, una mujer menudita y asmática de 30 años de edad, entró en el Estadio Olímpico de Seúl sonriendo, saludando al público y celebrando su medalla de oro tras una durísima maratón que ganó con una confianza desbordante. “Para ser campeona olímpica, solo tienes que trabajar duro y soñar” diría más tarde la que es considerada una de las más brillantes maratonistas de la historia. Sin embargo, las primeras mujeres que representaron Portugal en unos Juegos en 1952, necesitaron, además de esfuerzo titánico y mogollón de ilusión, la autorización de su padre para poder apuntarse a los Juegos y viajar hacia Helsinki.


(Dalia Cunha, Ana Cunha y Laura Amorim, las primeras)

La participación portuguesa femenina en los Juegos Olímpicos fue hasta los años 80 anecdótica y víctima de las políticas restrictivas y condescendientes del régimen de Salazar, que consideraba el deporte una actividad indecorosa que arrancaba a las mujeres de su “hábitat natural”, la casa. Sin la llegada de la Democracia en 1974, mujeres extraordinarias como Vanessa Fernandes o Telma Monteiro jamás habrían alcanzado la gloria olímpica y Fernanda Ribeiro, la mejor deportista de portuguesa de todos los tiempos, no hubiera deslumbrado en la final de los 10.000 metros en Atlanta 1996.


(Patricia Mamona)

En estos Juegos de Tokio, el 39% de los 92 atletas portugueses son mujeres. Piragüistas, judokas, jinetes, ciclistas, gimnastas, surferas, atletas, tenistas de mesa y nadadoras componen la delegación femenina. Mientras escribo esta Carta escucho en la radio que tres de ellas tienen serias posibilidades de conseguir una medalla: Auriol Dongmo, Liliana Cá y la campeona de Europa de triple salto, la increíble Patricia Mamona. Existe un "hábitat natural" para la mujer, sí, y es el éxito.

Un até já de despedida

Las Cartas Portuguesas y yo nos vamos de vacaciones hasta Septiembre. Me espera mi querido Portugal y el Atlántico helado de la Costa Vicentina, con sus olas imposibles, noches frescas y los mejores percebes del mundo. 

Me despido con un beso enorme de agradecimiento y una nueva playlist dedicada a la música de Cabo Verde, que tanto bailé en las noches de Lisboa en la discoteca B.Leza. Tito Paris, Lura, Mayra Andrade y, como no, la diva descalza, Cesária Évora, con quien te dejo. Um beijo e boas férias.

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Te escribo en Septiembre.
Obrigada por leres esta carta.

Rita Barata Silvério
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