Niditos de amor para reyes enamorados
Cuando la reina Maria II falleció a los 35 años dejó a su marido, el rey consorte Fernando de Sajonia-Coburgo-Gotha, desconsolado y con una herencia nada desdeñable que gestionar. Fernando disfrutaba de su viudedad dedicándose a los pasatiempos habituales de la aristocracia ociosa cuando en una noche en la ópera de Oporto conoció al gran amor de su vida, la cantante, pintora y ceramista suiza Elise Hensler, con quien se casó para escándalo de la nobleza de la época.
Juntos se dedicaron a ser felices y a disfrutar de la pintura, de la música y del apasionante mundo de la botánica. Gracias a esta extrema sensibilidad y al amor por lo hermoso, la sierra de Sintra se convirtió en el siglo XIX en uno de los parajes más románticos del mundo.
(El picadero real)
Fernando compró un monasterio destrozado y lo transformó en el magnífico Palacio da Pena, cumbre de la arquitectura romántica portuguesa. Esta pareja cómplice y enamorada dedicó su vida y una fortuna a crear un parque único, reconstruyendo palacios en ruinas y replantando el entorno con especies traídas de medio mundo, dotándole a la sierra de Sintra de un magnetismo muy especial, que fue reconocido por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad.
Fernando murió inesperadamente a los 69 años, en 1885, y fue sepultado junto a su primera esposa, en el Panteón de los Bragança. Elise, sin embargo, vivió lo suficiente para vender el Palacio y el Parque de Sintra al Estado Portugués, dedicarse a obras benéficas y ver como asesinaban a los herederos de Fernando y la Monarquía era derrocada. Murió con 92 años y lo único que pidió fue ser enterrada con la tierra de la Sintra que tanto amaba. |
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