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Las islas de las ballenas |
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Cuando hace 8 millones de años las cordilleras submarinas vomitaron tempestades de fuego, ceniza y lava, crearon un archipiélago de belleza insoportable y uno de los puntos estratégicos más importantes del Hemisferio norte.
Gracias a esta magnífica posición geográfica, al empuje de los vientos alisios y a las potentes corrientes atlánticas, los puertos açorianos llevan siglos recibiendo galeones cargados de oro, barcos a vapor, portaaviones estadounidenses y veleros deportivos y no ha habido potencia extranjera que no haya querido invadir el archipiélago. Los últimos, que sepamos, fueron Churchill y Roosevelt durante la II Guerra Mundial. Y eso que eran los buenos.
Antes
Pero fue con la llegada de los grandes buques balleneros americanos a mediados del siglo XIX que las Azores sufrieron la más importante de sus revoluciones, que modificó su industria, su economía y su cultura. Hartos de los terremotos, volcanes y miseria, centenas de açorianos se embarcaron en aquellos navíos, donde aprendieron modernas técnicas de caza, despiece y aprovechamiento de la ballena, el animal que iluminó Europa durante siglos.
Después
Al volver a las islas, empezaron su propia baleação. En barcazas movidas a remos, con hombres lanzando arpones a músculo, la caza era épica y manual, con persecuciones que podían durar días y acabar con los botes hundidos y los baleeiros convertidos en mártires. Tras 150 años y miles de animales abatidos, el último cachalote fue cazado en las Azores en 1987. La historia de la industria ballenera es parte de la orgullosa memoria colectiva açoriana y hoy, gracias a la protección del Derecho Internacional, estos magníficos mamíferos nadan en paz en las aguas frías y limpias de las Azores.