Años de Libertad


Hace una semana en Portugal elegimos a nuestro vigésimo Presidente de la República. En pleno confinamiento y con la pandemia batiendo todos sus récords, los portugueses enfrentaron el mal tiempo y la apatía y salieron de casa para decir, una vez más, que la democracia es un bien ganado a pulso, demasiado reciente y frágil al que no nos podemos dar el lujo de descuidar. Bastante nos ha costado, incluida una revolución.
 
Marcelo Rebelo de Sousa, el llamado Presidente de los afectos, fue reelegido con más del 60% de los votos. Señor culto y moderado que ya era una celebridad antes de ser Jefe de Estado, Marcelo es una de las pocas personas capaces de reconciliar un país que está viviendo unos de los momentos más duros de su historia reciente. Es empático, casi un influencer que salva turistas de ahogarse en el mar y al que da gusto ver cuando se codea con reyes y otros dignatarios internacionales. Pero lejos de ser una simple figura decorativa, el Presidente de la República también tiene poderes para disolver el Parlamento, vetar leyes y forzar la dimisión de ministros. Por eso la coordinación con el Gobierno, que muchas veces tiene un color político opuesto, requiere templanza, sobriedad y mucha mano izquierda. Y eso a Marcelo le sobra.
 

(Marcelo Rebelo de Sousa retratado por el artista callejero Antonio Bessa)

Durante la Democracia, sin embargo, no siempre ha habido tan buen rollo y algunas legislaturas han acabado como el rosario de la aurora. Conocida era la falta de empatía entre el primer ministro Cavaco Silva y el Presidente Mario Soares, a quien consideraba un “elemento de bloqueo” a sus políticas económicas. Peor terminó el gobierno de Santana Lopes, cuando el bonachón Jorge Sampaio convocó elecciones anticipadas porque, simplemente, se hartó del rumbo errático de su gobierno.
Portugal es un país pequeño donde todo el mundo se conoce, incluidos los líderes de los partidos que, en su gran mayoría, son amigos y se profesan admiración y respeto. Al final, esta es la base de la política, buena educación y voluntad de entendimiento.
 
Girl Power
 
En estas elecciones a la Presidencia de la República, un tercio de las candidatas han sido mujeres. Marisa Matias, eurodiputada de 44 años, y Ana Gomes, una jurista con décadas de experiencia en la resolución de conflictos internacionales, lucharon por ser las máximas representantes del Estado portugués. Pero no fueron las primeras. En 1986 Maria de Lurdes Pintassilgo, hasta la fecha la única Primera Ministra de un Gobierno de Portugal, se presentó a Presidenta de la República en la más reñida de las campañas presidenciales que se recuerdan en democracia. No ganó, pero fue el gran ejemplo para las mujeres en los caminos atribulados de la política portuguesa.
 
Hoy, el 38% de las diputadas portuguesas son mujeres. Aunque Portugal es un país con fama de conservador y que solo ha tenido 39 ministras en 46 años, todos grandes partidos en algún momento han tenido una líder femenina, desde las conservadoras Manuela Ferreira Leite y Assunção Cristas, en el PSD y CDS respectivamente, a Catarina Martins en el Bloco de Esquerda. Algunas llegaron a la política desde de las asociaciones universitarias que lucharon contra la dictadura y otras ya nacieron en los años de la democracia, pero todas son herederas de los movimientos feministas que surgieron con la I República portuguesa.


(Nuestra Liga de las Mujeres Extraordinarias)

En los primeros años del siglo XX la increíble Liga de las Mujeres Republicanas, lideradas por las fascinantes Adelaide CabeteAna Castro OsórioCarolina Beatriz ÂngeloVirginia Quaresma o Maria Veleda, fue el germen de la lucha por la igualdad en un país donde casi el 90% de las mujeres eran analfabetas. Con una heroica convicción republicana, estas médicas, intelectuales, maestras y periodistas no descansaron en su combate por conseguir el derecho al divorcio y al voto, así como la mejora de las condiciones sanitarias y reproductivas en una época en que la tasa de mortalidad en el parto era de las más altas de Europa.
 
Estas magníficas activistas fueron traicionadas por la República y denostadas y perseguidas por la dictadura, pero hoy las mujeres portuguesas son finalmente protagonistas de la política nacional, de los partidos y de sus campañas. Y aunque la sombra del populismo intente contaminar la convivencia con discursos machistas y demagogos, la herencia de aquellas mujeres valientes y cultas es imparable. Quizás la próxima Presidenta sea mujer. Ya falta poco.
Nuestro motivo de orgullo
 
Marcelo es el sexto presidente de la Democracia portuguesa. Tras la Junta de Salvación y la Presidencia Militar que gestionaron Portugal después de la Revolución de los Claveles, las elecciones democráticas inauguraron la alternancia de gobiernos y de jefes de Estado que han traído la normalidad al país. 
 
Mario Soares quizás haya sido nuestro presidente más popular, como se vio en sus funerales en 2017 que congregaron a miles de personas en un franco homenaje que conmovió el país. Líder antifascista que tuvo que exilarse durante la dictadura, su campaña de 1986 movilizó a la primera generación educada en democracia con eslóganes tan molones que hoy son considerados como parte fundamental de nuestra cultura pop. Sus vacaciones en el Algarve rodeado de turistas en top-less son míticas y el símbolo de una nación que quería olvidar décadas de ostracismo político y cultural. 
 

(Soares é fixe)

Con los años, nuestros presidentes han ayudado a situar a Portugal en el mapa internacional, en parte gracias a su exquisita formación y dominio de los idiomas (aunque en Portugal nos seguimos riendo del acento francés de Soares y del portuñol inventado por Marcelo Rebelo de Sousa). Cuando en 1999 Jorge Sampaio alertó en una entrevista a la CNN sobre el genocidio cometido por Indonesia sobre nuestra antigua colonia Timor-Leste, el mundo quedó tan sorprendido que en pocos años Timor logró la independencia y sus líderes revolucionarios el Nobel de la Paz.
Aunque sabemos que vuestras reinas son imbatibles en las portadas de las revistas del corazón, tener a un presidente discursando en la ONU o abrazando a las víctimas de incendios devastadores es un verdadero motivo de orgullo para los ciudadanos de un país. Por algo los hemos elegido nosotros.
Muchas saudades de despedida 

Esta semana han cerrado las fronteras entre Portugal y España. Para matar las saudades de los que quedamos a este lado os recomiendo la Pastelaria Lisboa, donde el señor Mario nos sigue regalando una bica de verdad y los mejores pastéis de bacalhau de la ciudad. 
Para los amantes de nuestras letras, la escuela de idiomas A Casinha Portuguesa imparte talleres online de literatura, este mes dedicados a la maravillosa Dulce Maria Cardoso.

Y me vais a perdonar, pero hoy tengo muchas saudades de mi Alentejo. Echo de menos los campos verdes, la cadencia del acento y las puestas de sol ardientes sobre los alcornoques centenarios. Así que os dejo esta moda alentejana, cantada por Buba Espinho y que no puede ser más bonita. 

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