|
Quien salva una vida salva a toda la Humanidad |
|
Corría el año de
1496 y al rey portugués
Manuel I no le quedó más remedio que aceptar el chantaje de los católicos
Isabel y Fernando para garantizar la relativa paz (y posible descendencia) de la monarquía lusitana. O expulsaba a todos los judíos de Portugal o no se podía casar con su hija, la devota
princesa Isabel.
Empezaba entonces la dolorosa
Diáspora de los judíos de la Nación Portuguesa. Incluso aquellos que ya se habían convertido al cristianismo no dejaron de ser acosados por la
Inquisición portuguesa. Fue así como en 1506 delante de la iglesia preferida de mi abuelo Manuel,
São Domingos, sucedió el sanguinario
progrom de Lisboa. Durante tres días se cree que 4.000 judíos fueron asesinados a manos de una turba fanática, acabando definitivamente con lo poco que quedaba de
Sefarad, la patria ibérica de los judíos que duró 1.500 años, hasta que la política europea se contaminó de miedo, ignorancia y codicia.
Una de las incontables víctimas de este clima de asedio y terror que dominaba la sociedad portuguesa fue la magnífica
Gracia Nasi, llamada “la Señora”, una de las mujeres más poderosas y admirables del Renacimiento europeo.
Lisboeta, nacida en 1510 e hija de judeoconversos aragoneses, su condición de empresaria y banquera millonaria no le impidió que tuviera que huir de Portugal y acabara
refugiada en el Imperio Otomano de
Solimán el Magnífico.
(
Gracia Nasi)
Su vida fue fascinante, rica y cargada de generosidad. Financió la primera impresión de la Biblia en
ladino y fue mecenas de unos chavales llamados Tiziano y Miguel Ángel, mientras usaba su inmensa fortuna para
rescatar de la Inquisición a más de 20.000 sefardíes portugueses. Harta de las persecuciones pagó de su bolsillo el primer proyecto para construir una
nación donde los judíos vivieran, finalmente, libres y en paz. Por algo le llaman la
Reina Ester del siglo XVI, la “Mujer entre las mujeres”.