El secreto de Belmonte

En 1917 un señor polaco llamado Samuel Schwarz hizo el descubrimiento que cambiaría su vida y, en parte, la Historia de Portugal. Mientras trabajaba en el centro de Portugal escuchó rumores sobre la existencia de una pequeña comunidad de judíos sefardíes que, en una aldea remota, había ocultado, camuflado y protegido su fe judía durante casi 500 años.

Eran los Cristão Novos de Belmonte, los criptojudíos portugueses que tras el decreto de expulsión de 1496 se refugiaron en las faldas de la Sierra de la Estrella y simularon convertirse al cristianismo. Sin embargo, en la seguridad de sus hogares, conservaron sus tradiciones, recurriendo únicamente a la memoria de ese Sefarad que tan violentamente les había sido arrebatado.
Quemaron los libros, prescindieron de rabinos y sólo las mujeres podían transmitir las enseñanzas a quienes demostraran ser capaces de guardar su gran secreto. Tal fue su voluntad de esconderse que se creyeron los “últimos de su estirpe”.


(La preciosa Belmonte y su sinagoga)

Pero no eran los únicos judíos del mundo, ni siquiera de Portugal. A lo largo del siglo XX miles de familias marranas fueron saliendo, poco a poco, de sus escondrijos en los pueblos lejanos de las Beiras y de Trás-os-Montes. Comunidades que consiguieron salvar la delicadeza de sus liturgias, transformando la religión de sus antepasados en algo tan milagroso, mágico y único que aún hoy sigue conmocionando a la sociedad judía internacional.
Esta es una Carta Portuguesa sobre la historia de nuestro Sefarad, que es también la historia de la familia de mi adorado abuelo paterno, criptojudíos de una aldea perdida de Mirandela. Y un homenaje a todos aquellos que resistieron a la intolerancia encendiendo los viernes por la noche, a escondidas, las candelas de aceite cantando “Adonai, Adonai, meu Rei, meu Senhor”.
 
Quien salva una vida salva a toda la Humanidad

Corría el año de 1496 y al rey portugués Manuel I no le quedó más remedio que aceptar el chantaje de los católicos Isabel y Fernando para garantizar la relativa paz (y posible descendencia) de la monarquía lusitana. O expulsaba a todos los judíos de Portugal o no se podía casar con su hija, la devota princesa Isabel.

Empezaba entonces la dolorosa Diáspora de los judíos de la Nación Portuguesa. Incluso aquellos que ya se habían convertido al cristianismo no dejaron de ser acosados por la Inquisición portuguesa. Fue así como en 1506 delante de la iglesia preferida de mi abuelo Manuel, São Domingos, sucedió el sanguinario progrom de Lisboa. Durante tres días se cree que 4.000 judíos fueron asesinados a manos de una turba fanática, acabando definitivamente con lo poco que quedaba de Sefarad, la patria ibérica de los judíos que duró 1.500 años, hasta que la política europea se contaminó de miedo, ignorancia y codicia.

Una de las incontables víctimas de este clima de asedio y terror que dominaba la sociedad portuguesa fue la magnífica Gracia Nasi, llamada “la Señora”, una de las mujeres más poderosas y admirables del Renacimiento europeo. Lisboeta, nacida en 1510 e hija de judeoconversos aragoneses, su condición de empresaria y banquera millonaria no le impidió que tuviera que huir de Portugal y acabara refugiada en el Imperio Otomano de Solimán el Magnífico.


(Gracia Nasi)

Su vida fue fascinante, rica y cargada de generosidad. Financió la primera impresión de la Biblia en ladino y fue mecenas de unos chavales llamados Tiziano y Miguel Ángel, mientras usaba su inmensa fortuna para rescatar de la Inquisición a más de 20.000 sefardíes portugueses. Harta de las persecuciones pagó de su bolsillo el primer proyecto para construir una nación donde los judíos vivieran, finalmente, libres y en paz. Por algo le llaman la Reina Ester del siglo XVI, la “Mujer entre las mujeres”.
Herencia, memoria y alheiras
 
Las huellas del judaísmo portugués han quedado grabadas en centenares de pueblos de granito, muchos de ellos adormecidos en el tiempo y agrupados en una red de Juderías que por todo el país recuerdan el legado de nuestros antepasados. Sinagogas convertidas en museos, espacios dedicados al diálogo, centros de interpretación de la cultura sefardí, las nuevas rutas del Sefarad son un respetuoso tributo a nuestra memoria colectiva.

La Historia judía portuguesa, no obstante, no terminó en las inscripciones medievales de las puertas de las casas de TrancosoElvas o Penamacor. Tras siglos de oscuridad hoy los judíos de Belmonte finalmente pueden rezar en paz en su sinagoga, una de la cuatro que se mantienen activas en Portugal y que reúnen a los descendientes de los sefardíes y de los askenazis, los judíos centroeuropeos que encontraron en Portugal un puerto seguro ante la barbarie del fascismo de la II Guerra Mundial.


(Alheiras, esas bombas calóricas)

Sin embargo, es en la gastronomía donde la herencia judía nunca ha dejado de estar presente. En las tierras sinuosas del norte de Portugal, en Trás-os-Montes, las comunidades criptojudías inventaron un embutido hecho a base de aves y pan que colgaban a la vista de todos en los techos de las casas, como si fueran chorizos. Durante 500 años los cristianos nuevos fingieron consumir cerdo, creando una de las más deliciosas recetas portuguesas, la alheira que se come asada en el horno, con esparregados de grelos y cuya digestión requiere un estómago bien entrenado y una copita de aguardiente jeropiga. Que no todo, digo yo, va a ser rezar. 
Un libro de despedida
 

Si te has quedado con ganas de saber más sobre la vida de la increíble Gracia Nasi, aquí puedes encontrar su biografía escrita por la brillante Ester Mucznik.
Ya que he escrito sobre tolerancia, te recomiendo E Deus criou o mundo, un podcast donde representantes de las tres religiones abrahámicas reflexionan sobre la fe, el amor y el respeto.

Y porque hoy ha cambiado la hora y estamos aún medio dormidos, te dejo el primer disco de Rock and Roll portugués, Ar de Rock, del incombustible Rui Veloso.

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