Mi querido mes de Agosto

 
En Agosto las casas de granito del interior del país se vuelven a abrir, en los cafés de las aldeas vacías durante el invierno se retoma la partida de dominó que quedó a medias y en las calles de las capitales de provincia hay atascos de coches con matrículas de Luxemburgo y Suiza.

Durante el mes de Agosto los productos estrella de los mercadillos semanales son los llaveros, pelotas y toallas con la bandera de Portugal, en las playas fluviales se escuchan a madres riñendo en francés a los niños y pandillas de adolescentes con pinta de guiris fuman a escondidas vistiendo camisetas con el nombre de su portugués favorito, Cristiano Ronaldo.

No son turistas, ni gente extraña a la tierra, son los emigrantes que vuelven a su casa, aunque esa casa ya no sea su hogar desde hace décadas. Portugueses que viven en lugares remotos y con unas saudades que a veces solo cantantes como Linda de Suza, con sus canciones sobre las penurias de quien tuvo que dejar el país con una maleta de cartón, saben calmar. Músicas y letras que han hecho más por el ánimo de los emigrados en Luxemburgo, Francia o Alemania que cualquier campaña del Ministerio de Exteriores.

Hoy te escribo desde la Beira Baixa, tierra de mi abuela Ilda y de donde tantos salieron y a las que tantos regresamos en este querido mes de Agosto.
 
Por una vida mejor
 
 Más allá de la caricatura, los emigrantes representan 2,6 millones de portugueses que votan y que envían remesas por más de 3 mil millones de euros anuales, echando así una mano a las tantas veces delicadas cuentas públicas de Portugal.

Pero no se trata solamente de dinero: los emigrantes están tan arraigados a esa tierra que solo visitan una vez al año que son los responsables por la supervivencia de muchos periódicos regionales, la conservación de aldeas enteras y de situar al Benfica como el club con más socios del mundo
No hay familia en Portugal que no cuente con un tío emigrante. Suiza, Brasil, Canadá, Alemania, Venezuela, pero sobretodo Francia, han acogido de manera legal o clandestina a cientos de miles de familias que a lo largo del siglo XX escaparon a guerras, persecuciones políticas y la inevitabilidad de la pobreza, aunque su destino fueran las chabolas miserables en las afueras de París. La televisión pública portuguesa es la valiosa guardiana de esta memoria y sus archivos y documentos sobre la emigración deberían ser estudiados en los colegios.

La voz de estos emigrantes, con fama de albañiles esforzados y porteras abnegadas, ha estado silenciada hasta que las segundas generaciones han tenido la necesidad de contar la dicotomía de nacer en un país y escuchar en casa que su patria es otra. La película francesa La Jaula Dorada muestra este sentimiento de miles de lusodescendientes que han visto cómo sus padres, a base de esfuerzo y sacrificio, han mantenido el mito del “buen emigrante” a la vez que idealizaban Portugal como un país pacato, conservador y rural, con los que ellos sentían cada vez menos afinidad.

Es para esos hijos que los gobiernos portugueses han ido promoviendo cuotas de acceso a la universidad pública, programas que pagan el regreso a Portugal e incluso la financiación de empresas en las tierras de sus antepasados, con el fin de crear lazos de afecto y oportunidades económicas y para que Portugal sea mucho más que un recuerdo estereotipado de un país de Fado, Fútbol y Fátima.
E nós, Pimba
 
Ritmo machacón, rimas facilonas, teclados eléctricos, virtuosos del acordeón, bailarinas a tope de desparpajo y mucha alegría, esas son las claves para una buena fiesta en honor a las vírgenes de los pueblos de la Beira, Minho o Trás-os-Montes que en verano ven triplicados sus habitantes con las plazas llenas de niños y parejas que bailan agarradas hasta bien entrada la madrugada.

Las bandas reproducen grandes temas románticos como O amor não tem idade, la inenarrable Comunhão de bens o el superclásico Eu tenho dois amores cuyas letras son cantadas a pleno pulmón por adolescentes, señoras en bata y algún que otro moderno despistado. Canciones pertenecientes a la categoría de Música Pimba y que son las reinas indiscutibles de las verbenas y que en un negocio donde el éxito se mide en descargas acumulan millones de reproducciones en plataformas de streaming
 
Algunos de estos temazos son folletines que retratan el dramón de descubrir que al final había otra, otros son odas al amor de madre, aunque las que tocan el corazón de quienes vuelven en Agosto son las dedicadas a la dura y sacrificada vida del emigrante. La alegría del reencuentro, las saudades de aquella novia que quedó en el pueblo o el deseo de volver, auténticos hits de gasolinera que han  elevado a sus cantantes a ídolos estratosféricos que llenan las salas de conciertos de Canadá, Alemania o Francia.

Pero el punto alto de cualquier arraial en las aldeas llega cuando las bandas tocan aquellas canciones picantonas como “Chupa, chúpate el dedo” o “Yo le pelo el plátano”. El fundador de esta corriente pimba es el gran Quim Barreiros, quien recuperó la tradición de las “cantigas de escarnio e maldizer” cantándole al “bacalao de María” y a las “tetas de la cabritilla” y es tan relevante para nuestra cultura popular que hasta Netflix recurrió a él para anunciar la segunda temporada de Sex Education.
Apréndete bien sus letras, no hay boda, fiesta universitaria o momento de exaltación de la amistad donde no se repita aquello de “meto el coche, saco el coche en el garaje de la vecina”. Para que luego digáis que Portugal es un país de personas melancólicas, vamos.
En el justo amor del bacalao
 
El emigrante en Agosto vuelve al pueblo, pero también a las moelas, iscas, pica pau o caracóis, jaquinzinhos fritos, maranhos, alheiras y rojões à minhota, a las delicias de la tierra que dejaron atrás. Emigrar es también alejarse de los sabores, recetas y rituales de conforman la identidad de un pueblo, y las saudades, eso lo sabemos muy bien los portugueses, también llegan al recordar el olor de un plato de caldo verde com chouriço.

Mantener nuestra gastronomía tradicional, valiosa y centenaria, en lugares tan extraños como Newark o Sudáfrica es muchas veces una tarea compleja, debido a la dificultad de encontrar ingredientes como el cilantro, la massa de pimentão o las tripas. Incluso la naturaleza del pan es motivo de tristeza para un emigrante. Por eso, allá donde se instalaron las comunidades portuguesas hay restaurantes con nombres tan evocativos como Saudade o Fado, como si fuera inseparable comer y recordar.

Sin duda, el plato protagonista de estas embajadas en tierra lejana es el bacalhau, cuyas recetas son fáciles de replicar en cualquier parte del mundo. Se dice que hay una manera de cocinar el bacalhau para cada día del año, o no tuvieran los portugueses un relación centenaria con este pescado. 
De dominar su pesca en la Terranova dos Bacalhaus en el siglo XVI, a ser motivo de una campaña económica y propagandística sin precedentes de la dictadura del Estado Novo de Salazar, este “fiel amigo” ha acompañado la gastronomía de todas las clases sociales portuguesas, alcanzando actualmente un consumo al año de 70 mil toneladas.
 
Se come salado, porque así se permitió su conserva durante siglos, y no hay discusión más apasionada que la mejor manera de comerlo, si grelhado sobre brasas, à lagareiro, dourado típico de Elvas o à Zé do Pipo, siempre con un buen vaso de vino tinto portugués, ya sea del Douro, Alentejo o Dão. Y es en Navidad cuando las familias portuguesas abrazan en conjunto esta tradición, cenando bacalhau cozido con repollo y patatas y regado con aceite fresco, si es posible de un lagar familiar, allá en el pueblo, que en estas fechas, como las memorias felices, vuelve siempre a la mesa.
Ahora, si me permites, voy a preparar la comida de hoy, una ensalada fresca de bacalhau y garbanzos, que parece que va a hacer calor.
Una película de despedida
 
Hoy te recomiendo la segunda película del premiado Miguel GomesAquele querido mês de Agosto, que trata, precisamente, sobre el verano en una aldea del interior de Portugal, con sus romarias, emigrantes y una banda a la que no le va demasiado bien.
Y si te apetece bailar algo menos pimba aquí te dejo las gran Doce, la primera girl band portuguesa indispensable para cualquier fiesta popular.
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