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Mientras Europa se desmoronaba por la barbarie nazi, en la Lisboa de los años 40 espías, refugiados judíos y escritores eran los protagonistas inesperados de la vida de la ciudad. Los bares de los hoteles de la capital durante la II Guerra Mundial fueron testigo tanto de la desesperación de los que huyeron del Holocausto como de la banalidad de estrellas de Hollywood que se dejaban fotografiar como si Lisboa fuera el plató de la película más glamurosa de esos años absurdos. Porque lo era. Tras la guerra las monarquías europeas se desmoronaron tan bruscamente como las fronteras que las justificaban y un puñado de monarcas en paro encontraron en Estoril su exilio dorado. Además de los Borbones, las familias reales rumana, búlgara e italiana se dedicaron a esperar mejores tiempos, ofreciendo fiestas cargadas de tiaras, nostalgia y naftalina, que era lo más divertido a lo que se podía aspirar en aquella Europa triste y devastada. (Zsa Zsa antes de liarla) Hasta que el multimillonario boliviano Antenor Patiño llegó a Portugal y organizó la más fastuosa fiesta conocida en Portugal hasta hoy, donde el modisto Givenchy, Audrey Hepburn, media familia Rockefeller y 1500 celebridades más lucieron vestidazos imposibles, bebieron miles de botellas de champán y se comportaron como las estrellas indecentes y malcriadas que eran. Esa misma noche de 1968, mientras Zsa Zsa Gabor bailaba descalza borracha frente al mar, el dictador Salazar sufrió el accidente que le dejó incapacitado para siempre. A veces la Historia tiene un extraño sentido del humor. |
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