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Dictaduras mojigatas y los derechos de las mujeres
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La
Primera República buscó dar cierta igualdad jurídica a hombres y mujeres, aprobando el
divorcio y legalizando el acceso de las mujeres a algunas carreras de relevancia social. Y aunque el sufragio femenino no fue promulgado, la doctora
Carolina Beatriz Ângelo, una viuda de 33 años, se convirtió en 1911 en la primera mujer en votar en un país del sur de Europa. Al fin y al cabo cumplía los tres requisitos exigidos para ejercer el voto: era mayor de 21 años, capaz de leer y jefe de familia. Al ego masculino del legislador ni se le ocurrió especificar que los votantes deberían ser (solo) hombres.
(La valiente Carolina Beatriz Ângelo)
Derrocada la Primera República, la mojigata dictadura de
Salazar usó todos los mecanismos sociales, policiales y jurídicos para relegar las mujeres al hogar y a la educación de los hijos. Hasta el 25 de Abril de 1974 cualquier avance en la
igualdad de derechos de las mujeres fue frenado por el Estado portugués, como tan bien denunciaron las autoras de
Nuevas Cartas Portuguesas, el germen intelectual del feminismo lusitano.
Los maridos (o padres) tenían el derecho a gestionar el sueldo de las mujeres, abrir su correspondencia y ordenar que las despidieran. Era ilegal que las azafatas y las enfermeras contrajeran matrimonio y las licenciadas en Derecho no podían ser magistradas. Las intelectuales necesitaban autorización para publicar un libro y obtener un cargo en la administración pública dependía del visto bueno masculino.
Por eso es tan importante que menos de 50 años después de que las mujeres estuvieran prohibidas por ley de ganar más que un hombre, se presenten
dos candidatas a las elecciones a la Presidencia de la República en enero de 2021. Y esto no es magia, solo Democracia. Y República.