¡Viva el 25 de Abril!

 
La larga noche de la dictadura 
 

En 1974 Portugal era un hermoso jardín “à beira mar plantado” que llevaba 48 años siendo gobernado por un régimen dictatorial, colonialista y conservador al que llamaron Estado Novo. Antonio de Oliveira Salazar, el más mojigato de los fascistas europeos, había muerto pocos años antes y aunque su heredero Marcelo Caetano intentó introducir ciertos aires de modernidad y liberalismo económico, Portugal aún seguía siendo un país poco industrializado, pobre, aislado y envejecido.

 
Casi la mitad de los 8 millones de portugueses subsistían en aldeas donde sólo el 20% del agua era potable; no existía la libertad de reunión ni de prensa y apenas el 4% de los trabajadores tenía acceso a una pensión. La tasa de analfabetismo de las mujeres alcanzaba el 31% y ninguna de ellas podía viajar, ni publicar un libro, ni casarse sin la autorización masculina.

En 1974, Portugal era el país en el que cien mil personas emigraban al año huyendo de la miseria, la represión política y de la fatalidad de ser enviado a hacer la mili a las colonias africanas, donde la sangrienta guerra de Ultramar había condenado desde 1961 a casi un millón de jóvenes a luchar en nombre de una Patria que prefería estar “orgullosamente sola” a entender la inevitabilidad de la Historia.
 
Por eso, el 25 de Abril de 1974 un grupo de valientes oficiales del ejército portugués, hartos de ser carne de cañón de una dictadura obsoleta, sorda y arbitraria, decidió que el tiempo de la oscuridad había terminado. Esa madrugada los Capitanes de Abril arriesgaron su vida, su carrera y su reputación y abrieron las ventanas del país a la Libertad. Mi padre fue uno de esos héroes. Su nombre era Manuel Luís da Costa Barata Silvério. 

 
Los hijos de la madrugada

En la noche del 25 de Abril de 1974 mi padre fumaba nervioso frente al transistor en el Regimiento de Caballería nº 3 de Estremoz. Como él, cinco mil militares esperaban a la señal que daría el inicio al Golpe de Estado militar más atípico del siglo XX. A las 00.20 de la madrugada del 25 de Abril la canción “Grândola Vila Morena sonó en la radio y centenas de tanques, camiones y vehículos blindados salieron de los cuarteles de todos los confines del país con el único fin de ”devolver al pueblo portugués las libertades cívicas que les habían sido privadas”.


 
Cuando Lisboa amaneció aquel 25 de Abril, el Movimiento de las Fuerzas Armadas ya había tomado la televisión pública, el Banco de Portugal, el aeropuerto y los ministerios situados en el Terreiro do Paço. No hizo falta que se rindiera el gobierno: los lisboetas llenaron las calles y, como adolescentes, se subieron a los árboles, tejados y ventanas para jalear, abrazar y besar a los sonrientes soldados que portaban rifles coronados con hermosos claveles rojos. La felicidad, la sorpresa y el alivio tomaron ese día los barrios de Lisboa. El Estado Novo había sido derrotado.

 

Las crónicas de los corresponsales extranjeros de esos días fueron una deliciosa mezcla de asombro y romanticismo. Mientras en el resto del mundo las guerras periféricas asesinaban millones de inocentes, en un país minúsculo y aparentemente insignificante un ejército con vocación democrática había sido capaz de derrocar una dictadura fascista sin provocar una única muerte. Así murió el golpe de estado. Así nació la leyenda de la Revolución de los Claveles. 

Las conquistas de Abril

Caído el régimen, las plazas se llenaron de hermosos murales, se crearon cooperativas y asambleas populares, los sindicatos recuperaron el protagonismo, los presos políticos fueron excarcelados y la libertad dejó de ser una utopía.


 
Pero los aires de libertad pronto se convirtieron en furiosos vendavales y lo que debería haber sido una transición pacífica dio lugar al Proceso Revolucionario en Curso. Se nacionalizaron bancos, aseguradoras y fábricas y los grandes latifundios alentejanos fueron ocupados. Para acabar con la Guerra de Ultramar el gobierno revolucionario renunció a las colonias africanas y más de un millón de portugueses nacidos y criados en Angola y Mozambique fueron obligados a “retornar” a Portugal con lo puesto de un día para el otro. Durante ese Verano Caliente los atentados, revueltas y las huelgas casi llevan al país a la ruina.
 
El fallido golpe de Estado del 25 de Noviembre de 1975 puso fin a la Revolución de Abril. Con la normalidad democrática llegaron la CEE, las exposiciones mundiales, elecciones y los turistas e inversores.
 
(Mi Padre)

Hoy,  25 de Abril de 2021, en Portugal, el país más seguro de Europa, nadie es perseguido por sus ideas políticas. El 95% de las casas tienen acceso a internet y la libertad de prensa está garantizada para todo el espectro político. Las mujeres no necesitamos autorización para viajar y la educación es un derecho para cada niño, sin importar su apellido o procedencia. 

Estas son solo algunas de las conquistas de aquella Revolución de Abril en la que unos jóvenes capitanes se jugaron la vida para sacar al país de la pobreza y el oscurantismo. Es por esos héroes que regalaron la Libertad a todos los portugueses que hoy digo: Viva o 25 de Abril! Sempre!

Un himno de despedida

Para entender el drama de los miles de portugueses que llegaron a Portugal tras el proceso de descolonización te recomiendo la lectura del hermosísimo El Retorno de Dulce Maria Cardoso. 
 
Y para recordar el espíritu de Abril, te he preparado una nueva playlist revolucionaria con temazos de intervenção, clásicos revisitados y alguna que otra sorpresa.
 
Y como no, hoy toca acabar esta carta con "Grândola Vila Morena" de Zeca Afonso, el verdadero himno de la Revolução dos Cravos para escuchar (y cantar) a todo trapo.

 
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Te escribo dentro de quince días.
Obrigada por leres esta carta.

Rita Barata Silvério
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