Un viaje de ida y vuelta
El portugués que bañó las costas africanas, índicas y pacíficas, alcanzó el estatus de idioma universal cuando arribó al otro lado del Atlántico, a Brasil. En este extraño año de 2020, el premio más importante de nuestras letras, el
Camões, se atribuyó al gran
Chico Buarque, cantante, poeta, guapo eterno y figura fundamental de la
Música Popular Brasileira.
Porque si algo ha contribuido para la divulgación del portugués es la música brasileira en casi todas sus expresiones: el MPB, la
bossa nova, la samba o la lambada han influenciado el jazz, la moda, películas de Hollywood y hecho bailar a cuñados achispados en las bodas, bautizos y comuniones de medio mundo.
Sin embargo, la aventura del idioma portugués ha sido un viaje de ida y vuelta. Cuando en 2008 los
Buraka Som Sistema pusieron de moda el kuduro en los clubs de Londres, pocos sabían que
“Kalemba (Wege, Wege)” estaba cantado en portugués, aunque un poco diferente. Después del proceso de
descolonización en 1975, miles de emigrantes de África trajeron de vuelta a casa el idioma de los navegantes portugueses, aunque más rico, cargado de nuevas palabras, cadencias y acentos.
Ritmos como el funaná, kuduro o kizomba han modificado la cultura musical portuguesa y ahora son los
nietos de esos inmigrantes los que dominan las listas de éxitos de las radios nacionales y llenan conciertos y
discotecas.
El portugués que en 1500 era hablado por un millón de personas se ha convertido en un idioma global, el más hablado en el hemisferio sur, y que en la voz de la cantante
Mayra Andrade suena tan portugués como el fado, y como él, sabe a mar, brisa y sal, a magia pura.