Errores garrafales 

Hablemos de gente insana 

Cuando Isabel la Católica miraba a su hija Juana, tan loquita de amor, no podía dejar de acordarse de su madre, Isabel de Avis, una preciosa infanta portuguesa que acabó sus días absolutamente desquiciada en un palacio helado en tierras castellanas. Al igual que su nieta Juana, Isabel de Portugal no quedaría recordada por su habilidad en cargarse a sus enemigos políticos o su visón estratégica sino por sus estados psicóticos y unos ataques de celos tan bestias que incluso la llevaron a encerrar a una pobre chavala alentejana llamada Beatriz da Silva en un baúl durante varios días.


(Yo soy la motomami )

En la cronología dinástica portuguesa pocos monarcas han quedado retratados como malévolos, sádicos o lunáticos. Sin embargo, hay un rey con quien la memoria colectiva no ha sido tan generosa. Debido a una meningitis infantil, Afonso VI pasó a la historia como un tipo mediocre, marrullero, impotente e incapaz de gobernar la recién restaurada monarquía portuguesa a mediados del siglo XVII. Su hermano Pedro, harto de tanto despropósito, le levantó el reino y la mujer, encerrándolo hasta la muerte en una oscura y solitaria habitación del Palacio de Sintra .


(me tenéis de los nervios)

Pero si hay un personaje histórico que me da penita infinita, es nuestra reina Maria I. Legisladora incansable, fundadora de instituciones científicas y culturales, pero a quien las enciclopedias nos la recuerdan como una señora con graves episodios de melancolía, que recorría los pasillos de palacio en un permanente insomnio, atacada por furores religiosos y visiones apocalípticas, hasta que fue incapacitada, angelito mío.
Huyó con su hijo, el futuro João VI, a Brasil, donde murió muy mayor, imagino que en un profundo silencio interior hace, precisamente hoy, 206 años.

La que hemos liado      

En los casi 900 años que tiene mi Portugal caben episodios de gloria y gestas inimaginables, artistas brillantes y cagadas tan estrepitosas que aún hoy nos siguen avergonzando. Algunos de estos hechos bochornosos fueron consecuencia de los devenires de las guerras entre potencias ultramarinas y de los desastrosos tratados de paz en los que Portugal se ganó el premio al campeón de las pésimas negociaciones. Los holandeses nos arrebataron las valiosas posesiones asiáticas, los ingleses nos hicieron rehenes de sus intereses comerciales y por perder, perdimos hasta Olivenza para los españoles.

Pero no todo va a ser culpa de los demás. Como una moneda de caras dramáticamente opuestas, el mismo país que movilizó toda su capacidad intelectual para abrir nuevas puertas al mundo también fue capaz de globalizar la más cruel y milenaria de las ignominias, el trafico de seres humanos. Además, no solo expulsamos a los judíos, como dejamos al 99% de la población sin escolarizar durante 200 años cuando el Marqués de Pombal desterró a la Compañía de Jesús. Y algún día hablaremos de la debacle económica que supuso el proceso de descolonización o las nacionalizaciones tras la Revolución de los Claveles.
 

(I'm back)

Pero el más grande de nuestros desastres tiene nombre marroquí, Alcácer-QuibirUn rey adolescente, virgen y con sus genes arruinados de tanta consanguinidad llamado Sebastião organizó la última y más calamitosa de las Cruzadas contra un infiel del que ya nadie se acordaba. La batalla fue catastrófica, murieron miles de soldados portugueses y nuestro rey-niño desapareció para siempre, dejando el trono portugués en manos de los españoles y creando el mayor de los mitos lusitanos, el sebastianismo, o la eterna esperanza del retorno de la gloria perdida.   

Motivos para reírnos 

No todo en Portugal va a ser melancolía, mesianismo y fado, ese destino fatal al que supuestamente estamos condenados el pueblo portugués. Si hemos conseguido sobrevivir a terremotos asesinosinvasiones francesas, al FMI y, sobre todo, a nosotros mismos, ha sido gracias a una capacidad milenaria de tomarnos muy poco en serio, cultivando un sentido de humor crítico y seco y que no siempre busca provocar carcajadas. 


(Tens cá disto?)

Un humor que ha sido la respuesta más inteligente (y a veces resignada) a siglos de gobernantes desastrosos, humillaciones internacionales y crisis económicas que siempre acaban pagando los mismos. Por eso, la figura de Zé Povinho, creado por el genial Rafael Bordallo Pinheiro, lleva riéndose de nosotros desde el XIX y no hay portugués que no haya adoptado como propio ese pobre desgraciado al que no paran de engañarle los políticos, banqueros y estadistas, gobierne quien gobierne.

Somos un pueblo curioso. Aún no siendo un ejemplo de chispeo y chistes fáciles, el humor es una constante en nuestro día a día y los cómicos son considerados estrellas mediáticas. En la radio, Joana Marques es líder de audiencia por las mañanas, Mariana Cabral llena teatros con sus monólogos y el programa de Ricardo Araujo Pereira es el más visto de la televisión. En pandemia, intervenidos por la Troika o en medio de una guerra inesperada, siempre habrá razones para reírnos, aunque sea de nosotros mismos.

Un canción (de Eurovisión ) de despedida



Si te apetece reírte (y sabes un poco de portugués), te dejo con los Gatos Fedorentos, lo mejor que le ha pasado al humor en Portugal en los últimos años. 

Y me despido con la canción seleccionada para representarnos en Eurovisión, Saudade, Saudade, una delicia adolescente cantada por las dulce MARO.
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Obrigada por leres esta carta. Te escribo dentro de quince días.

Rita Barata Silvério
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