La Historia de las Primeras 

Las ventanas abiertas 

Educación primorosa, un chalet frente al mar, un matrimonio con un señor de dineros, niños vestidos como repollos y una existencia con alguna elevación cultural. Así era la vida de la aristócrata Virgínia de Castro e Almeida, que llenaba sus días criando a sus retoños mientras escribía libros infantiles para delicia de su familia, que presumía de madre primorosa y cultivada en la conservadora sociedad portuguesa del principio del siglo XX. 


(Que me largo, amiga)

Pero en 1910 la República llegó a Portugal como un vendaval y la casita de Virginia, con sus cortinas de puntillitas, sus preciosos cubiertos de plata y las meriendas señoras discretas, se derrumbó. Y con la fuerza de un huracán, la Libertad arrancó las hojas de los queridos cuentecitos de Virginia para convertirlos en un libro sincero y brutal, que tituló simplemente “La Mujer” y que cambió para siempre la cabeza de esta señora maravillosa que no nació para contar historias banales.


(Pamela, la Grande)
 
Agarrándose a los libres vientos de la República, Virginia fue la primera mujer de Portugal que pidió el divorcio, dejando a su marido cabreado y con una vergüenza social insuperable. Se largó a Suiza, tradujo a Dickens y a Camões, montó su propia productora de cine en París donde dirigió las películas que quiso en los años 20. Y porque el amor es el regalo que se merecen las valientes, se echó de novia a la más increíble y guapa de las artistas de la época, la artista inglesa Pamela Boden. Con ella vivió sin esconderse jamás hasta su muerte en los años 40 en Portugal, rodeada del amor de su mujer, el cariño de sus amigos y de la admiración de sus hijos. Incluso hoy Virginia sería considerada una pionera. 

Las primeras de las primeras  

Hay mujeres cuyas vidas son tan inmensas que no caben dentro de un titular. Señoras cuyos nombres tendrían que estar escritos con letras gigantes en las plazas de todos los pueblos de Portugal y a quienes los santorales deberían glorificar cada día del año laico del feminismo. Porque fueron las primeras de las primeras. La primera abogada, la primera profesora universitaria, la primera mujer que votó, la primera arquitecta, la primera ingeniera, la primera médica, la primera periodista


(Quintanilha Power)

Todas ellas reventaron las puertas de las aulas, abrieron las ventanas de las fábricas y llenaron con sus voces las oficinas y los despachos que sólo antes ocupaban los hombres. Qué admirable fue su esfuerzo en aquel joven siglo XX en el que la promesa de igualdad llevó a mujeres, como la superlativa Branca Edmée Marques, la mejor alumna que jamás ha tenido la Universidad de Ciencias de Lisboa, a dejar Portugal y largarse a estudiar física nuclear en el laboratorio de la mismísima Marie Curie en París.
 

(Que sí, Manolo)

De vuelta a Portugal, en los tristes años de la dictadura, y con una voluntad a prueba leyes fascistas que le negaron hasta que cumplió 65 años el puesto de Profesora Catedrática, esta científica insuperable fundó el primer laboratorio de Radioquímica de Portugal, fue la autora de los textos científicos que se estudiaron la Universidad de Lisboa donde fue profesora, jamás dejó de publicar artículos científicos en Francia e Inglaterra y ayudar a otras científicas, que como ella, solo deseaban ser felices entre átomos y protones. 
Hoy, si el 57% de las mujeres en Portugal estudian carreras de ciencias, estoy segura que es gracias, en parte, a las ventanas abiertas por la trabajadora, ambiciosa y brillante Branca Edmée Marques. Muito obrigada.

Que viva la lucha de las mujeres

En Alfama, la colina más popular de Lisboa, las calles son estrechas y las casas coloridas, con sus fachadas decoradas con farolillos y las sábanas colgadas en las ventanas secándose al sol. Durante siglos en las escaleras y las cuestas de este barrio se han escuchado las voces de las mujeres cantando fados y niños correteando en las plazas, pero también el lamento de los presos que habitaron la infame prisión de Aljube


(bonito por fuera, triste por dentro)
 
Aunque desde el siglo VIII pasaron por ella herejes, mujeres públicas, revolucionarios republicanos, esta cárcel se granjeó su nefasta fama durante la Dictadura de Salazar. Sacerdotes, periodistas, estudiantes universitarios, miembros del partido comunista, el futuro presidente de la República Mario Soares o el maravilloso poeta Miguel Torga fueron encarcelados, aislados y torturados por la terrorífica policía política del Estado Novo, para escándalo de la comunidad internacional y de la propia población, harta de tanta represión y miedo impuesto.


(Orgullo de Mujeres)
 
Transformada hoy en el necesario Museo de la Resistencia y la Libertad, esta prisión hoy es un tesoro de la memoria colectiva portuguesa y nos recuerda la resistencia de los disidentes y, finalmente, se reconoce la heroicidad de las miles de mujeres que desde las fábricas, las tipografías, los periódicos y la clandestinidad lucharon valientemente durante los oscuros años de la dictadura. El documental “Mujeres y Resistencia” recupera el relato femenino de la lucha contra el fascismo, la guerra colonial y, por qué no, por sus derechos reproductivos, laborales y económicos. Un testimonio dolorosísimo de aquellas chicas que fueron golpeadas, violadas, insultadas y que es una increíble lección de dignidad, decencia y ansias de Libertad. ¡Que viva la lucha de las mujeres! 

Conciertos de despedida 
 
Si estás por Madrid, pásate por la Fundación Juan March y apúntate a los conciertos dedicados a las “Canções portuguesas”, una selección de las mejores canciones portuguesas del último siglo.

Esta semana he visto en HBO el episodio dedicado al nuestro querido Dino D'Santiago en el documental "Acoustic Home". No te lo pierdas porque es una gozada escucharlo.

Y como ya sabes lo que encanta  la música de Cabo Verde, hoy me despido de ti con Tito Paris y una de mis canciones más favoritas del mundo, Dança Ma Mi Criola
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Obrigada por leres esta carta. Te escribo dentro de un mes.
Rita Barata Silvério
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