La herencia de la Duquesa filántropa
En un soleado día de primavera de 1890,
Luísa Holstein, la riquísima Duquesa de Palmela, salió de su
palacio en el centro de Lisboa hacia sus habituales visitas a la
reina Amelia, de quien era amiga íntima. Como todas las mañanas, a las puertas de su magnífica mansión, decenas de mujeres andrajosas mendigaban con bebés desnutridos en brazos y hombres alcoholizados y desorientados dormitaban por las calles ofreciendo una visión desoladora de la capital de lo que se suponía era un gran Imperio Ultramarino.
Horrorizada por las penurias de los miles de campesinos que habían abandonado sus tierras para trabajar en las fábricas de Lisboa, la Duquesa usó valientemente su fortuna e influencia para crear las
Cocinas Económicas, unos comedores sociales en los que los obreros pudieron acceder a una alimentación saludable y abundante a precios asequibles. Para ello pidió dinero a los bancos más importantes, organizó fiestas benéficas y consiguió donantes entre las grandes familias aristocráticas, dando origen a una de las instituciones filantrópicas más relevantes, duraderas y mejor organizadas de la historia del Portugal moderno.
La generosidad y sentido de responsabilidad social de esta mujer lleva más de un siglo inspirando a los
filántropos portugueses que con su fortuna han contribuido para el desarrollo
científico, social y
cultural del país. Más allá de la caridad piadosa, estas fundaciones, organizaciones benéficas y grandes empresas, como el
Grupo Nabeiro, han entendido la filantropía como parte de su responsabilidad para contribuir para el bienestar de toda la comunidad, que solo siendo más culta, equitativa y compasiva será más justa y, sobre todo, más próspera.