Un país de buenas personas

La herencia de la Duquesa filántropa

En un soleado día de primavera de 1890, Luísa Holstein, la riquísima Duquesa de Palmela, salió de su palacio en el centro de Lisboa hacia sus habituales visitas a la reina Amelia, de quien era amiga íntima. Como todas las mañanas, a las puertas de su magnífica mansión, decenas de mujeres andrajosas mendigaban con bebés desnutridos en brazos y hombres alcoholizados y desorientados dormitaban por las calles ofreciendo una visión desoladora de la capital de lo que se suponía era un gran Imperio Ultramarino.
 


Horrorizada por las penurias de los miles de campesinos que habían abandonado sus tierras para trabajar en las fábricas de Lisboa, la Duquesa usó valientemente su fortuna e influencia para crear las Cocinas Económicas, unos comedores sociales en los que los obreros pudieron acceder a una alimentación saludable y abundante a precios asequibles. Para ello pidió dinero a los bancos más importantes, organizó fiestas benéficas y consiguió donantes entre las grandes familias aristocráticas, dando origen a una de las instituciones filantrópicas más relevantes, duraderas y mejor organizadas de la historia del Portugal moderno.
 


La generosidad y sentido de responsabilidad social de esta mujer lleva más de un siglo inspirando a los filántropos portugueses que con su fortuna han contribuido para el desarrollo científico, social y cultural del país. Más allá de la caridad piadosa, estas fundaciones, organizaciones benéficas y grandes empresas, como el Grupo Nabeiro, han entendido la filantropía como parte de su responsabilidad para contribuir para el bienestar de toda la comunidad, que solo siendo más culta, equitativa y compasiva será más justa y, sobre todo, más próspera.
 
La bondad de los Justos


En el abrumador Memorial del Holoscausto en Jerusalén, están grabados los nombres de cuatro portugueses que durante los oscuros años del nazismo se jugaron su carrera y reputación para proteger, incluso con su propia vida, a los judíos perseguidos por la más macrbra de las ideologías..

En la Hungría de 1944, los padres y hermanas de la estupenda Zsa Zsa Gabor fueron rescatados de una muerte segura gracias a la valentía del embajador Carlos Sampaio Garrido, que no dudó en defender a puñetazos a las decenas de personas refugiadas en su casa. Al cura Joaquim Carreira le dio bastante igual la postura neutral del Vaticano y escondió a centenas de judíos y antifascistas en el Colegio Portugués de Roma. Y José Brito-Mendes y su esposa ocultaron en su pequeño apartamento en las afueras de París a una niña judía de 5 años mientras veían cómo su madre era metida en un tren de ganado camino de un campo de exterminio del que jamás volvería.
 


Cuando los nazis ocuparon Francia, decenas de miles de judíos desesperados se congregaron a la puertas de los consulados portugueses implorando auxilio. Y aunque el gobierno del dictador Salazar prohibió expresamente que se emitieran visados a los judíos, Aristides de Sousa Mendes, el cónsul de Burdeos, desobedeció estas órdenes y durante 3 frenéticos días emitió los salvoconductos necesarios para salvar la vida a 30.000 personas. Aristides fue despedido por la dictadura fascista, se le negó la pensión, perdió su casa familiar y, tristemente, falleció en la más penosa pobreza. Pero su memoria, bondad y compasión serán eternos, no fuera él el más valiente de los Justos entre las Naciones. Si te fijas bien, te darás cuenta que la Carta que te envío hoy tiene su sello. 

La fuerza de la entreayuda 
 
Tras esta absurda pandemia que nos ha tocado vivir, uno de cada cinco portugueses ha quedado en riesgo de exclusión social. Y cuando infelizmente el Estado no es capaz de actuar con la premura necesaria, se ponen en marcha las redes de solidaridad locales, el verdadero músculo social del país. 
 
Las instituciones privadas como las Misericordias, los pequeños ayuntamientos y más de 700.000 voluntarios realizan una impagable labor social y solidaria. En el Alentejo más profundo, donde tantos ancianos viven aislados, la ayuda más querida son las visitas a sus casas, mientras que en las familias donde los padres han perdido el empleo, asegurar el acceso a internet ha sido fundamental para que los niños siguieran estudiando. 
 


Pero si hay una institución que representa el espíritu altruista del pueblo portugués son los Bomberos de Portugal, de los cuales 95% son voluntarios, los verdaderos héroes en la lucha contra los terribles y al parecer inevitables incendios que asolan todos los años mi querido país. Su trabajo es vocacional, poco remunerado y no raras son las veces que tienen que comprar sus propios equipos. No hay otro lugar en el mundo donde esto suceda. Puede que seamos realmente un país de buenas personas.
Un podcast femenino de despedida

As mulheres não existem es un podcast de Carla Quevedo para la RTP en la que todas las semanas se debate sobre el papel de la mujer en la sociedad y los prejuicios a los que aún nos enfrentamos.

Y si vas a viajar a Lisboa en los próximos tiempos, te recomiendo que pares a comer en mi pueblo, Estremoz, pasees por el variadísimo mercado de los sábados y almuerces en la Mercearia Gadanha.

Y hoy te dejo con Marcia, una de mis artistas favoritas, y un poquito de su buen rollo, que bien nos hace falta. Feliz Domingo!

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Te escribo dentro de quince días.
Obrigada por leres esta carta.

Rita Barata Silvério
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