La corta Monarquía Hispánica 

El Fin de la Era Gloriosa

Portugal es un país periférico, encantado de presumir de una gloriosa independencia frente a España y de unas fronteras supuestamente imperturbables desde el siglo XIII. Por suerte, las ínfulas nacionalistas se curan leyendo. En 1578 Portugal se quedó sin rey cuando el joven, virgen y rubísimo rey Dom Sebastião desapareció en una disparatada batalla en Marruecos, dejando el trono portugués vacío y sin hijos que lo reclamaran. Pero gracias a las políticas matrimoniales que desde la Edad Media habían convertidos a todos los miembros de las casas reales ibéricas en primos hermanos, un señor de mandíbula prominente llamado Felipe II de Habsburgo se proclamó legítimo rey de Portugal con el apoyo, eso sí, de la aristocracia y el clero portugueses.

Tras sesenta años de dominio felipino, las mismas familias aristócratas que habían apoyado este proyecto de Monarquía Hispánica se sintieron estafadas. Portugal, que había sido la mayor potencia ultramarina del mundo, no solo había perdido el control del comercio en Asia y África, como se asfixiaba en un bucle de impuestos desorbitados, guerras en Europa y revueltas populares por culpa de las políticas megalómanas del valido de Felipe IV, el ambicioso Conde Duque de Olivares.

 
(Todo mal para los enemigos de Portugal)

Así que la mañana del 1 de diciembre de 1640, unos nobles conjurados y hartos de perder pasta y privilegios, asesinaron al representante del Felipe IV en Lisboa, declararon al millonario alentejano Duque de Bragança como legítimo Rey de Portugal y restauraron la independencia del país. Este burdo intento de Unión Ibérica fue un rotundo fracaso para nuestros dos países que vieron cómo su influencia y poder en Europa se desvanecían debido a la testosterona, la ignorancia y la codicia de uns gobernantes que nos estaban a la altura de su legado. Dos siglos después del Tratado de Tordesillas, la gran era de la política ibérica había llegado a su fin. 

Todos primos
 
Afirmar que el trono portugués fue usurpado por un rey español-mucho-español es contar la Historia a medias. Felipe era Habsburgo por parte de padre, el superlativo Emperador Carlos V, pero sobre todo era un Avis como la copa de un pino. Su madre fue la musa de Tiziano Isabel de Portugal, su abuelo el brillante Manuel I e incluso su católica bisabuela Isabel era hija de una princesa portuguesa que estaba como una chota. Felipe era más portugués que los pastéis de bacalhau.  
 

(Eu falo portugués)

Tras ser aclamado rey de Portugal por las Cortes de Tomar, Felipe dejó la fría meseta castellana para mudarse a un ventilado y agradable palacio lisboeta en frente al deslumbrante río Tajo, donde dicen las crónicas, fue muy feliz, apesar de que le mandaran casarse con la más fea de sus primas portuguesas. Esta princesa preparadísima llamada Maria Manuela murió muy joven, pero antes parió dos hijas brillantes que fueron fundamentales en el gobierno europeo del siglo XVII y un chaval sádico y mimado que no hizo más que darle dolores de cabezas a su padre. Adivina a quién le dedicó Verdi una de las mejores óperas de la Historia.
 
Ahora te voy a contar un secreto: Portugal también llevaba siglos intentando quedarse con el trono español. Ahora mismo no estamos cantando fados y comiendo sardinas porque el pobre príncipe de Asturias y heredero al trono de Portugal y España, Miguel de la Paz, hijo de Manuel I, murió a los 2 añitos en los brazos de su abuela Isabel la Católica. Fue gracias a esta triste muerte que la abuela de Felipe II fue declarada heredera de Castilla y se casó con un príncipe Habsburgo que la volvió loca de remate. El resto, ya sabes, es historia.
Humor Histórico

Cuando João IV fue proclamado rey de Portugal en 1640 era posiblemente el aristócrata más rico y bien relacionado de Europa. Medio Alentejo era suyo, los cuadros más alucinantes del Barroco colgaban de las paredes de sus fincas y los grandes compositores de la época pasaban vacaciones en Vila Viçosa, quizás el palacio más bonito y opulento de Portugal y que deberías conocer en tu próximo viaje al Alentejo.
 

(Todo bien para João IV)

João IV, antes de ser el rey más molón de Europa, era un pijazo que se dedicaba a cazar y componer sinfonías que se convirtieron en grandes clásicos navideños como el Adestele Fideles. Era culto, forradísimo y dejó bien firmado que la fortuna de su familia jamás debería ser integrada en los bienes del Estado portugués. Hablando en plata, a los Bragança jamás les afectaría el devenir de los pobres portugueses. 
 
Lo que no tenía previsto João IV es que un heredero suyo huyera a Brasil, que los preciosos montes de la Serra D’Ossa fueran dejados al abandono y que el último heredero de su legado centenario fuera un señor anacrónico que sobrevive gracias a los favores de monárquicos trasnochados. No todos los Bragança  fueron tan estupendos y listos, eso está claro.

Una recomendación (gastronómica) de despedida  


Si el próximo 5 de diciembre visitas Estremoz te vas a dar un festín en la Feria Gastronómica Cozinha dos Ganhões probando nuestros maravillosos  chouriços, farinheiras y queijinhos. Mi pueblo mola mucho.

Y ahora sí que me voy a poner muy tontorrona. De tanto escribir sobre el Alentejo, las saudades me llevan a una tasca típica y a nuestras enseñanzas en una barra de mármol. Así cantamos. Así somos.

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Te escribo dentro de quince días.
Obrigada por leres esta carta.

Rita Barata Silvério
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